Luis María Anson

En Franco, ese hombre, Manuel Fraga Iribarne destacaba la musculatura política del caudillo vencedor de la guerra incivil. Se extasiaba ante la sagacidad del hombre providencial, comparable a Alejandro Magno, a Julio César, al Gran Capitán. Definía su gran humanidad y hacía apología del dictador que extirpó de la vida española hasta el más mínimo vestigio de libertad. Ni en el Vietnam de Ho Chi Minh ni en la Rusia de Kruschef ni en la Hungría soviética se atropelló tanto la libertad de expresión como en la España de Franco y sus censores implacables, el siniestro Juan Aparicio, Valentín Gutiérrez Durán, Adolfo Muñoz Alonso y Gabriel Arias Salgado, por citar a algunos de los cómplices de la gran tropelía. Las nuevas generaciones no se pueden ni imaginar lo que significó la censura franquista y lo que nos hizo padecer a los profesionales del periodismo. Frente a la delirante apología de Franco, ese hombre, Albert Boadella estrenó en el año 2003, Buen viaje, Excelencia, una certera caricatura de los últimos años del dictador cuando los que le rodeaban habían olvidado las altivas palabras patrióticas para prorrogar su vida física y continuar beneficiándose de lo que el general significaba.



Hay exageraciones y pasajes de ficción en la penetrante película de Albert Boadella. Pero refleja en gran parte la verdad de lo que ocurrió. En plena hemorragia, por ejemplo, deciden trasladar a Franco a un improvisado quirófano en el garaje de El Pardo. Como la camilla no cabe en el ascensor, tumban al dictador en un tapiz y así lo transportan. La escena parece una pirueta imaginativa de Els Joglars. Pues no. Fue exactamente así, salvo que en lugar de un tapiz fue una alfombra el medio de transporte.



Sic transit. El dictador que durante cuatro décadas no autorizó una sola línea crítica sobre su persona fue convertido por Albert Boadella en centro de la carcajada de los españoles a través de una sátira descarnada. El hombre del que Giménez Caballero dijo que como general fue superior a Napoleón y, como hombre, equiparable a Jesucristo, queda convertido ante la opinión pública en un pobre anciano histriónico que balbucea incoherencias y se enmascara en su propia mitología.



Fraga cantaba en Franco, ese hombre la apoteosis del poder en una ridícula apología personal. Boadella, en Buen viaje, Excelencia, la degradación del poder absoluto y los estragos de la edad. Entre ambas películas se cierra el ciclo histórico del dictador. Los botafumeiros pasan y la verdad termina imponiéndose. La Historia y los historiadores, con el gran Paul Preston a la cabeza, han situado a Franco en el lugar que le corresponde. Contemplé hace unos días, en un zapeo casual, la película de Albert Boadella, que como actor representa, por cierto, el papel del ciego perfecto, y se me vinieron a la pluma las reflexiones que traslado ahora a los lectores de esta Primera palabra, fatigada por tantas experiencias de tiempos pasados, que no fueron mejores, según el verso de Manrique, sino incomparablemente peores. Y siniestros.

ZIGZAG

Carlos París es uno de los filósofos más relevantes y prestigiados de la vida intelectual española. Acudí al Ateneo para presentar su nuevo libro sobre el que se pronunciaron un deslumbrante Santesmases y un ausente Mayor Oreja, que se expresó por escrito. Ética radical es una obra imprescindible en la que se reflexiona sobre los abismos de la civilización actual. Desde la filosofía de la ciencia se abordan las cuestiones más interesantes y reveladoras de los últimos años de la política y la economía. Nada escapa al análisis independiente del autor. En coincidencia con el gran José Luis Sampedro, Carlos París sitúa al lector ante el verdadero alcance de la globalización. Un libro, en fin, que refleja la calidad humana del autor y la hondura de su pensamiento.