Image: Geniecillos charlatanes, como Newton o Einstein

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Primera palabra

"Geniecillos charlatanes, como Newton o Einstein"

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

20 julio, 2012 02:00

Luis María Anson


No sé qué habrá opinado José Manuel Sánchez Ron sobre las declaraciones de Fernando Vallejo: "El mundo está lleno de geniecillos charlatanes como Newton o Einstein". Seguro que nuestro joven científico considera que Newton y Einstein no eran geniecillos, sino genios; no charlatanes, sino personas especialmente serias dedicadas a la investigación. Para Sánchez Ron que ha escrito libros reveladores sobre Newton y sobre Einstein, sería maravilloso que el mundo estuviera lleno de gentes del calibre del teorizador de la relatividad o del hombre que reflexionó sabiamente sobre la gravitación universal.

Fernando Vallejo ha declarado también: "Un enemigo sí tengo, un alma perversa, dañina, mala: Wojtyla, el polaco, el bellaco, más conocido en vida por el alias de Juan Pablo II, alimaña blancuzca y protagónica de raza eslava que se pasó los 26 años y medio de su pontificado, sin irle ni venirle, azuzando la paridera y canonizando a diestra y a siniestra con su mano suelta y despilfarradora que más parecía una manguera loca que una mano pegada al brazo de un cristiano". Son muchos los que piensan que Juan Pablo II, que reflexionó sobre San Juan de la Cruz, que escribió versos con remembranzas a Horacio en su Tríptico romano, era todo menos un bellaco. El Papa denostado por Fernando Vallejo publicó urbi et orbi la encíclica Sollicitudo rei socialis que es un formidable alegato contra el capitalismo salvaje y en favor de la justa distribución de la riqueza mundial.

Dice Fernando Vallejo que Stephen Hawking quedó paralizado tanto del cuerpo como del cerebro. Lo del cuerpo es verdad. A mí me asombró la sagacidad y la penetración de su cerebro en las dos conversaciones que con él mantuve en Oviedo, a pesar de las distorsiones de la tecnología a través de la cual se expresa. Resulta que Fernando Vallejo prepara un libro para fustigar a Hawking, porque "criatura tragada por agujero negro deja de sufrir".

Coño, tras esponjarse con tanta provocación histérica, debo decir que El cuervo blanco es un libro extraordinario. Fernando Vallejo escribe de forma muy bella y ha sabido analizar la dimensión profunda de Rufino José Cuervo, uno de los grandes lingüistas de la historia. Su Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana es un monumento a la ciencia del lenguaje. Fernando Vallejo se merece elogios sin reservas por el ensayo que ha publicado en Alfaguara sobre el lexicógrafo colombiano.

Ah, no sé por qué cree Fernando Vallejo que "los chimpancés nos van a reemplazar tras la guerra nuclear". Si la catástrofe que él anuncia se produjera está claro que tampoco quedaría un chimpancé sobre el hábitat calcinado de la Tierra.

ZIGZAG

Francisco de Quevedo, el intelectual de la palabra erecta, la mala leche estevada y la luz imborrable, el de la escritura en ignición tentada siempre de espadas y de espuelas es, tal vez, el clásico de nuestro Siglo de Oro que se conserva más vivo, Cervantes aparte. Los estudios, los ensayos, los libros sobre la obra del autor del Buscón se multiplican. Pocos discuten que el máximo conocedor de la obra de Quevedo, hoy, es Santiago Fernández Mosquera. A mí me asombra su sagacidad para interpretar al gran clásico y el conocimiento sin fisuras de su obra. Ahora publica el primer tomo de la prosa quevediana con la colaboración de Madroñal en la colección de la Biblioteca Castro que dirige Darío Villanueva. Hace años, por ejemplo, a Blecua padre le hubiera hecho reflexionar la consideración bien documentada de Mosquera según la cual Quevedo escogió y ordenó de forma personal Canta sola a Lisi. González de Salas publicó en 1648 la edición princeps de su poesía, respetando el texto cuya "responsabilidad" a Quevedo corresponde. Mosquera afirma que el poeta "debió de mandar expresamente a Salas publicar Canta sola a Lisi con la forma que en 1648 tiene", y por lo tanto con la redacción que Quevedo dispuso para Amor constante después de la muerte.