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Primera palabra

Agresión al mundo cultural

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

21 septiembre, 2012 02:00

Luis María Anson


Charles De Gaulle era un general pero también un excelente escritor, un historiador sagaz, un intelectual de pensamiento profundo y dilatada cultura. Cuando retomó el poder en 1958 se dio cuenta enseguida de que el idioma francés peligraba. París, centro de la cultura universal durante un siglo, había sido desplazado por Londres, con Nueva York y su prepotencia económica en un cercano horizonte. El presidente de Francia, para salvar los muebles amenazados, creó el ministerio de Cultura y colocó a su frente a André Malraux.

Felipe González tuvo conciencia cierta de que España se alinea entre las cuatro potencias culturales del mundo y que, unida a Iberoamérica, disputa incluso la primacía a las expresiones sajonas, eslavas o sínicas, Francia ya vencida. No acertó el presidente socialista al nombrar ministro de Cultura a Jorge Semprún, escritor decoroso pero sin autoridad suficiente para trazar una política transitable. Hizo González lo que debía hacer aunque la operación no alcanzara los objetivos propuestos.

Mariano Rajoy se ha desentendido de la poderosa llamada del mundo cultural español e iberoamericano. España se encuentra entre las doce grandes potencias económicas del mundo. Culturalmente figura, en efecto, entre las cuatro primeras. Los estudios más solventes subrayan además que solo el idioma castellano supone el 15 % del PIB nacional. Nuestros escritores, nuestros pintores, nuestros escultores, nuestros arquitectos, nuestros cineastas, nuestros cantantes de ópera y, a ráfagas, nuestros músicos y científicos, se mueven en la élite mundial. Al presidente del Gobierno no le ha importado nada esta realidad deslumbrante. Ha suprimido el ministerio de Cultura y ha impuesto a las manifestaciones de la inteligencia un IVA agobiante, del que ha despojado al fútbol cuando en Madrid, por ejemplo, acuden al teatro un millón de espectadores más al año que a los estadios de los cuatro equipos de primera división.

El 6 de noviembre de 2011 escribí una carta pública a Mariano Rajoy en la que decía: "No quiero darte consejos, pues ya te sabes equivocar tú solo. Pero cometerás un error si decides suprimir el ministerio de Cultura en aras de una austeridad mal entendida. Deja la cultura en su sitio y recorta suntuosidades, despilfarros y derroches en otros sectores de nuestras Administra- manirrotas, la central, la autonómica, la provincial y la municipal. Dispones de frondosos árboles para podar". Eso le escribía yo dos semanas antes de las elecciones generales.

La cuchilla marianita, en fin, apenas ha cercenado los despilfarros de la clase política y la casta sindical pero ha entrado a saco en el mundo de la cultura con el recorte de las subvenciones y con el incremento del IVA hasta unas cifras insoportables. El estupor de muchos se acrecienta día a día. Mariano Rajoy ha demostrado carecer del convencimiento de lo que significa la cultura en España. Es la soberbia habitual del político pasajero. Si yo le preguntara al presidente del Gobierno cómo se llamaba el ministro de Hacienda de tiempos de Felipe III o Felipe IV seguramente no sabría contestarme. Pero sí se acuerda, sin duda, de quién es Diego Velázquez o Miguel de Cervantes. Dentro de dos siglos nadie conocerá el nombre de Cristóbal Montoro pero la gente admirará a Pablo Picasso y leerá a Federico García Lorca. O sea, que diría Francisco Umbral.

ZIGZAG

Entre los nombres grandes del cine español -Almodóvar, Buñuel, Berlanga, Bardem, Summers, Trueba, Amenábar- figura José Luis Garci. Agapito Maestre en un libro bien redactado ha sabido resumir para el lector la palpitación de las imágenes de Garci, que es más que un extraordinario director y un erudito de la historia del cine. Es un sabio de la expresión cinematográfica. La vida y la obra del director desfilan por Del sentimiento, el libro en el que alienta José Luis Garci entre las luces y las sombras de un mundo virtual que significa para muchos otra vida, "la vida de repuesto". El creador de Volver a empezar se merecía un libro como este en el que se robustece su entera obra cinematográfica.