Image: Franco, el caudillo totalitario

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Primera palabra

Franco, el caudillo totalitario

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

5 octubre, 2012 02:00

Luis María Anson

Por encima de ciertas esquirlas sectarias, la Real Academia de la Historia ha sabido sintetizar en cincuenta volúmenes las biografías de los 40.000 personajes que han vertebrado la Historia de España durante 25 siglos. Muchos millares de aciertos no pueden empañar determinados errores circunstanciales o algunas manipulaciones lamentables. Gonzalo Anes, desde la serenidad que le caracteriza, ha hecho una gestión sobresaliente al impulsar un Diccionario excepcionalmente útil para los investigadores y también para el entendimiento cabal de nuestra Historia.

Parece obligado, sin embargo, que en futuras ediciones y sobre todo en la versión digital se rectifique el disparate de no calificar a Franco como dictador ni a su régimen como totalitario. El Fuero del Trabajo, una de las Leyes Fundamentales de la dictadura franquista, empezaba así: "Renovando la tradición católica de justicia social y alto sentido humano que informó nuestra legislación del Imperio, el Estado nacional en cuanto es instrumento totalitario al servicio de la integridad de la Patria, y sindicalista en cuanto representa una reacción contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista, emprende la tarea de realizar -con aire militar, constructivo y gravemente religioso- la revolución que España tiene pendiente y que ha de devolver a los españoles, de una vez para siempre, la Patria, el pan y la justicia".

El caudillo totalitario robusteció esta idea enviando a una División del Ejército vencedor de nuestra guerra incivil, a luchar al lado de Hitler durante la II Guerra Mundial. La Benignitas et Humanitas de Pío XII y la victoria de los aliados aconsejaron a Franco borrar la expresión "instrumento totalitario" del Fuero del Trabajo. España era un país ocupado por su propio Ejército y Franco encarnó a partir de entonces una dictadura militar a palo seco.

La biografía del dictador que el Diccionario de la Real Academia de la Historia publica es la versión que el propio Franco tenía de su régimen. El entorno de los lameculos de El Pardo hablaba siempre de un régimen autoritario, que es lo que le gustaba que se dijera al caudillo totalitario. El sostenella y no enmedalla es una posición cerril ajena al espíritu liberal de Gonzalo Anes y parece lógico que, en lugar de ratificarse en el error, se produzca desde ya en las ediciones digitales la obligada rectificación.

Paul Preston es el historiador que ha escrito la mejor y más objetiva biografía de Francisco Franco, con aportaciones que permiten entender la vida y la obra del hombre que encarnó una dictadura atroz y que demostró hasta la saciedad su mediocridad y su incultura así como su innegable valor personal y la simplicidad de sus ideas. Tal vez no sería una mala idea incorporar de alguna forma la visión de Preston a la biografía de Franco.

Gonzalo Anes me invitó amablemente a visitar en la Academia de la Historia las dependencias en las que se ha trabajado y se trabaja en la magna obra del Diccionario Biográfico Español. A mí me parece que el balance de los aciertos es abrumador y lo afirmo así después de manejar durante meses su contenido. Lástima que no se le descargue de algunos sectarismos. Aparte del escándalo de la biografía de Franco, me ha gustado más bien poco la de Juan III, el hijo de Alfonso XIII, el padre de Juan Carlos I, el hombre abnegado y generoso que se enfrentó durante largas décadas a la dictadura de Franco, que fue distinguido con el odio africano del dictador, que hizo posible la restauración de la Monarquía parlamentaria tan eficazmente encarnada hoy por su hijo. La biografía de Don Juan es cicatera y tal vez Gonzalo Anes decida hacer justicia histórica al gran personaje en próximas ediciones de su Diccionario.

ZIGZAG

Me ha conmocionado la lectura de Desgasté cadenas añorándote de Ahmed Arif, traducido por Pepa Baamonde e Irfan Güler. La poesía es para el escritor turco, en efecto, su ira, su nervio, su blasfemia, su rebelión. Con una faca de ramera escondida en la herida de su amigo negro habla de la rosa con sabor a sangre que se destila a sí misma en sus versos. El tumor y el temblor trascienden la poesía de Arif. Es la leche negra de los dientes rebeldes que se derrama por un libro repleto de hallazgos líricos y de un indeclinable aliento creador.