Image: Edad de Oro de los periodistas

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Primera palabra

Edad de Oro de los periodistas

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española Ver todos los artículos de la 'Primera palabra'

19 octubre, 2012 02:00

Luis María Anson


Los periódicos podrán ser impresos, hablados, audiovisuales o digitales. Los periodistas continuarán siendo la clave de la información. El profesional que decide el contenido del periódico se dispone a vivir con las nuevas tecnologías una renovada edad de oro. Pedro J. Ramírez se ha anticipado a todos en España con la iniciativa de Orbyt. Los vehículos de la comunicación se transforman. El periodista continúa siendo el profesional que administra el derecho a la información de los ciudadanos. Sus funciones no han cambiado. La primera es pegar la nariz al suelo para olfatear la noticia, rastrearla como un sabueso, contrastarla con rigor y soltarla después al vuelo del periódico impreso, hablado, audiovisual o digital.

La segunda de sus funciones tampoco se ha modificado con las nuevas técnicas. Consiste en el ejercicio del contrapoder, es decir, elogiar al poder cuando el poder acierta, criticar al poder cuando el poder se equivoca, denunciar al poder cuando el poder abusa. Y no solo al poder político, claro, también al poder financiero, al religioso, al cultural, al empresarial, al universitario, al deportivo…

Las nuevas tecnologías están subrayando ya una renovada edad de oro para periódicos y periodistas. "En el iPad -ha dicho Pedro J. Ramírez- el periódico no se arruga ni mancha los dedos de tinta. En el iPad no hay ejemplares defectuosos ni días en los que el periódico se agota por la trascendencia de la noticia ni pueblos a los que no puede llegar por el mal estado de las carreteras durante el invierno. En el iPad el número de páginas no tiene límite y ni siquiera tiene que ser par. Y, sobre todo, en el iPad el periódico está disponible a cualquier hora en cualquier lugar del mundo". Se terminó la pesadilla de la escasez de papel, de la carísima rotativa, de la agobiante distribución. Estoy al frente de un periódico digital, El Imparcial, considerado por muchos como el diario de referencia de la Fundación Ortega-Marañón, y no se me escapa el alcance de la última tecnología, yo que empecé con la composición caliente y la rotativa convencional.

Aún más, el iPad es solo un primer ensayo. Caminamos hacia un iPhone de mayor tamaño pero que permita llevarlo en el bolsillo. El teléfono móvil se está convirtiendo aceleradamente en un ordenador en el que uno puede consultar desde cualquier libro de la Biblioteca Nacional de París hasta todas las publicaciones de Orbyt, empezando por El Mundo y El Cultural.

La crisis publicitaria será pasajera. Para los periódicos impresos, el ingreso por publicidad ha pasado de 1.993 millones de euros en 2007 a 803 millones en 2012. Esa cifra reveladora no solo se debe a la crisis. El anunciante se ha dado cuenta ya de que el futuro es el mundo digital y hacia él está derivando el esfuerzo publicitario.

Edad de oro, en fin, de los periódicos y edad de oro, sobre todo, de los periodistas. La aldea global de McLuhan se ha hecho gozosa realidad. Ante las nuevas generaciones se abre un futuro entre el asombro y la esperanza. El mundo de la comunicación lo invade todo. Y eso que estamos todavía en la prehistoria de las nuevas tecnologías. El futuro llama ya a los portones del periodismo con renovados hallazgos tecnológicos que ahora apenas podemos imaginar.

ZIGZAG



He leído con profunda atención el libro de Enrique Barón Las Américas insurgentes. No se trata propiamente de un libro de Historia sino de un ensayo histórico. El autor profundiza en las razones que tuvieron los insurgentes en la América española y en su complejo camino hacia la independencia. Supera con mucho Barón las elucubraciones de aquel Ernesto Giménez Caballero que se debatía entre la histeria de su tiempo y el incienso al dictador Franco. Critica el autor al malvado Fernando VII. También a Carlos III y su ceguera. En 1783, Aranda le propuso un plan: conservar Cuba y Puerto Rico, independizando al resto de Hispanoamérica con tres Infantes de España, convertidos uno en Rey de México, otro de Perú y el tercero de lo restante de Tierra Firme. Carlos III no fue capaz de advertir la sagacidad de Aranda. Un libro, el de Enrique Barón, de lectura obligada que provoca en el lector reflexiones sobre el ayer y el hoy de la vida española.