Carmen Reviriego es una empresaria española que se distingue por su capacidad intelectual y por una extensa formación cultural. IE Business School la eligió como una de las mujeres directivas más relevantes del mundo. Su actividad la ha enfrentado con candentes problemas actuales. Ha coordinado un libro, La suerte de dar, que propone la extensión de la filantropía. Antonio Garrigues ha prologado la obra aportando opiniones muy sagaces. Según el jurista, la posición del catolicismo es ambigua, poco favorable y a veces contraria al valor y a la justificación de la riqueza.

Carmen Reviriego ha arracimado en La suerte de dar la opinión de destacados filántropos españoles e iberoamericanos, generalmente a través de entrevistas minuciosamente realizadas. Por el libro desfilan Patricia Cisneros, artífice de la Fundación Cisneros de Venezuela, que, pilotada por Adriana de Cisneros, presentó, por cierto, hace unos meses en Madrid una soberbia exposición de arte contemporáneo; Manuel Arango, fundador del Centro Mexicano para la Filantropía; Felipa Jove, de la Fundación que lleva su apellido; Paola Luksic, Fundación Luksic de Chile; Alfredo Carvajal, de la conocida institución colombiana; Sebastián Escarrer, que encabeza la organización Meliá; Carmen Matutes, de la Fundación Abel Matutes; María del Pino, Fundación Rafael del Pino y María Reig. Son todos los que están aunque no están todos los que son. Se podrían añadir a la lista no pocos filántropos más del mundo iberoamericano, también relevantes.

Bill Gates y Warren Buffet decidieron dedicar al menos un 50% de sus ingentes fortunas a las causas de la beneficencia y la cultura. Es el célebre The Giving Pledge del que tantas realidades positivas se han derivado. “La promesa de dar” se conjuga con el impulso de Carmen Reviriego en La suerte de dar. Supone el estímulo para que aquellos que más tienen, gracias a su trabajo, a la suerte o al destino, y que contribuyen a hacer mejor esta sociedad zarandeada que nos ha tocado vivir.

Las viejas fórmulas del mecenazgo, las que estimularon a la Grecia clásica, las que explosionaron en el Renacimiento italiano, se han mantenido en la acción filantrópica de algunas de las grandes fortunas de nuestra época. El libro de Carmen Reviriego y su actividad personal son un botón de muestra de lo que se puede hacer. La autora empresaria nos muestra la punta del iceberg. Aparte de las cuestiones asistenciales, benéficas y sociales, la filantropía incide en el mundo de la cultura de forma altamente positiva. Así ha sido históricamente. Así es en la actualidad. Carmen Reviriego ha acertado al cargar sobre sus hombros una tarea de agrias dificultades: difundir entre las grandes fortunas la llamada del mecenazgo para que fluyan dineros copiosos y se puedan aliviar en unos casos, resolver en otros, muchos de los males contemporáneos.

No se arrepentirá el lector de adentrarse en este libro singular en el que también escribe Eileen Rockefeller para recordar la máxima de su familia: “Cada derecho implica una responsabilidad; cada oportunidad, un compromiso; cada posesión, una obligación”. Hija de David Rockefeller, descendiente en cuarta generación del fundador John Rockefeller, Eileen explica cómo su familia se volcó desde el primer momento en labores filantrópicas. Claro que las leyes norteamericanas han favorecido siempre el mecenazgo. Claro que convendría legislar en España sobre esta cuestión que tan beneficiosa resulta para el conjunto de la sociedad. Claro que resulta imprescindible regular el mecenazgo por internet que abre perspectivas nuevas y de gran alcance para todos. Claro, en fin, que lo más importante en todo caso, conviene recordarlo, no es que una sociedad dependa de la filantropía, aunque la proteja, sino de la justicia social y de la libertad democrática.