Cuando terminé de leer las mil páginas de Yo, Augusto, mi admiración por Ernesto Ekaizer se consolidó definitivamente. El autor disecciona la vida y la obra de Pinochet y desenmascara el alcance atroz de aquella dictadura en la que el general fue llamado como médico de urgencia y se convirtió en médico de cabecera del pueblo chileno durante dos décadas de oprobio y censura.

Además de historiador riguroso, Ernesto Ekaizer es periodista capaz de pegar la nariz al suelo de las huellas fugitivas y seguir el rastro hasta descubrir la verdad. Ahora que se especula tanto sobre las presuntas trapisonderías del extesorero del PP, la lectura de El caso Bárcenas de Ernesto Ekaizer me parece obligada para aquellos que quieran conocer la verdad. Se trata de un trabajo de investigación en el que fulgen por igual la tenacidad y la sagacidad. El autor ha fondeado en las calas del Partido Popular. Hay pasajes como la relación entre Jorge Trías y Luis Bárcenas, minuciosamente escudriñada hasta con los detalles de los restaurantes, las comidas y las bebidas por los protagonistas preferidos. La irrupción en la historia y la psicología de Rosalía Iglesias, la esposa del extesorero, también es certera.

Con todo, y al margen de que la investigación judicial está en curso, lo más sobresaliente del libro de Ernesto Ekaizer es la crítica profunda de una forma de entender la política. Ahí brilla y no fugazmente la inteligencia del periodista. Las complicidades más sutiles se desenmascaran y la política como negocio queda al descubierto. El servicio al interés general se corrompe y solo queda, “talismánico, puro, riente”, el interés del beneficio personal. Para Bárcenas y sus cómplices el verbo servir solo tiene conjugación reflexiva. A la salida del funeral por Guillermo Luca de Tena, Jorge Trías habla con Mariano Rajoy y descubre las fisuras que Ekaizer desmenuza respaldado por un arsenal de datos incontrovertibles. El abogado nunca ha entendido bien la máxima del presidente: “Más vale equivocarse con el partido que acertar contra él”.

Abiertos todavía los procedimientos judiciales, tengo para mí que el libro de Ekaizer no será pasajero. El gran acento de verdad de lo que cuenta forma parte del esclarecimiento de una situación emborronada por aquellos que no quieren que se conozca el alcance de lo ocurrido y que apenas se dan cuenta de que están apagando con gasolina el fuego encendido.

La dirección del ABC verdadero me permitió asistir en primera fila a la espectacular obra de teatro que envolvió a Mario Conde, al que disfrazaron de pavo real. En su libro Sed de poder, Ernesto Ekaizer esclarece, al menos en parte, la verdadera historia del banquero. Sin entrar en lo ya juzgado y sentenciado, Mario Conde fue la víctima propiciatoria de una bien estudiada operación para apartar de la política a un hombre que quería sortear el sistema. Ekaizer lo explica todo, la torsión de la estabilidad constitucional e incluso la cancelación en Banesto de la cuenta 148677-172.

Conozco los argumentos que se esgrimen contra Ernesto Ekaizer. No los comparto. El autor de Yo, Augusto puede en ocasiones equivocarse pero la lectura desapasionada de sus escritos revela el propósito intensamente perseguido de descubrir la verdad y de contarla. Los lectores, discrepen de él o con él coincidan, le deben agradecimiento. No será fácil encontrar en el periodismo que se hace en España un caso como el de Ekaizer, el escritor que armoniza el rigor del historiador y el esfuerzo del periodista sabueso para rastrearlo todo.

ZIGZAG

Acudí a la Novena en el Real. Mediocres los solistas, salvo la voz prodigiosa de Camilla Tilling. Discreto, solo discreto, el coro. Aspaventero Rattle, pero se mantuvo en todo momento al servicio de la obra. Excepcional la Filarmónica de Berlín, instalada casi, casi, en la perfección. Desigual el público, con ad-herencias sociales y cortesanas al margen de la música. En todo caso, un recreo inigualable poder disfrutar de la Capilla Sixtina de la música en el marco del Teatro Real de Madrid.