Hace un año, Alberto Conejero conversó largamente con Tomás Rodríguez Rapún, casi centenario, hermano de Rafael, el amante de García Lorca. Consultó con Margarita, hija de Tomás, los archivos familiares. Habló con Toña, la amiga de María, hermana de Rafael; con Alfonso, hijo de Paulino García-Toraño, que fue durante la guerra incivil compañero de trinchera del amante de Lorca; con Ian Gibson y con J. C. Rubio.
El resultado de estas conversaciones y de una investigación exhaustiva ha permitido a Alberto Conejero escribir una obra de teatro, La piedra oscura, que he leído estremecido por una profunda emoción. Rafael Rodríguez Rapún fue herido en agosto de 1937 en un ataque aéreo del bando nacional cerca de Bárcena. Fue trasladado al Hospital Militar de Santander, donde falleció el 18 de agosto, un año después del asesinato de Lorca. Alberto Conejero inventa una conversación entre Rafael Rodríguez Rapún y Sebastián, soldado de 20 años que le custodia la noche en que, de madrugada, será fusilado. El dramatismo del diálogo en capilla se acentúa cuando Rafael revela sus amores con Lorca y termina pidiendo a su carcelero que, al concluir la guerra, hable con Modesto Higueras o con Rafael Martínez Nadal para salvar los últimos escritos del poeta granadino en su piso de la calle de Alcalá, que, por cierto, visité hace años de la mano de Caballero. Rafael insta al soldado a que recupere dos obras de teatro, El público y La piedra oscura, y, sobre todo, los Sonetos del amor oscuro. Y todo se acaba. Suena el golpear de los verdugos mientras Rafael se dirige al muro de ejecución y se hace el oscuro final.
Pablo Neruda me encomendó en 1964 la búsqueda de los Sonetos del amor oscuro que Federico le había leído metido en la bañera en julio de 1936. “Eran de una belleza increíble”, me dijo el poeta. Tras mil vicisitudes que he explicado en reiteradas ocasiones, el 17 de marzo de 1984 el ABC verdadero se apuntó la mayor exclusiva cultural de la historia del periodismo español, publicando los once sonetos del amor oscuro. El scoop dio la vuelta al mundo. Para Alberto Conejero, el destinatario de esos sonetos era Rafael Rodríguez Rapún. Martínez Nadal, con el que hablé en Londres, pensaba lo mismo y también el entorno del poeta y de su amante. A la muerte de Juan Ramírez de Lucas, hace tres años, surgieron voces de su entorno que señalaron al escritor fallecido como el destinatario de los sonetos. Manuel Francisco Reina, que es un hombre muy inteligente y excelente novelista, se inclina en Los amores oscuros por Juan Ramírez de Lucas.
A mí me trae sin cuidado quién inspiró los poemas. Para la historia de la Literatura solo quedará su belleza inextinguible. Los Sonetos del amor oscuro han convertido a Lorca en el primer poeta español del siglo XX, por encima, de Guillén, de Juan Ramón, de Aleixandre, de Alberti, de Machado…
Me siento, sin embargo, en la obligación de dejar constancia de mi experiencia personal. Juan Ramírez de Lucas trabajó conmigo durante largos años como crítico de Arquitectura. El día en que ABC publicó los sonetos, se presentó en mi despacho a las cuatro de la tarde. Mantuve una conversación de cinco horas con él. Guardo las notas, como hago de forma habitual. Me exigió confidencialidad absoluta y respeté siempre mi promesa. “Yo soy -me dijo nada más entrar- el último amante de Federico García Lorca”. Me dejó perplejo. Después me explicó que por ser menor de edad no se pudo ir en el verano del 36 con el poeta a México, lo que le hubiera salvado la vida. Estaba emocionado con la publicación de los sonetos y por eso me abrió su alma de par en par. Me explicó su relación con Lorca de forma minuciosa. “O sea, que los poemas están dedicados a ti” -le dije-. “No, por supuesto que no”, me contestó. “Mi relación con Federico fue una maravilla. Tranquila, apacible, sin problemas. Él me doblaba la edad y yo estuve siempre rendido de admiración”. “Entonces…” -le dije-. “Los poemas -aseguró- los escribía Federico pensando en Rafael Rodríguez Rapún, que apenas le hacía caso, que le desdeñaba y le traía por la calle de la amargura”. “Era tan cerdo -concluyó Juan Ramírez de Lucas, indignado- que se acostaba con mujeres”.
Los sonetos, en efecto, están plagados de reproches, de quejas y lamentos que nada tienen que ver con la apacibilidad del último amor de Federico con Juan Ramírez de Lucas. Pero no vale la pena entrar en el debate. Escribo estas líneas para alentar a los empresarios teatrales españoles a que estrenen La piedra oscura.