Image: El laberinto del arte

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Primera palabra

El laberinto del arte

28 febrero, 2014 01:00

Carmen Reviriego es una mujer muy inteligente. Tiene la palabra amable, el gesto cordial, la mirada intensa. Su voz suena en calma, “convaleciente de no sé qué inviernos del corazón y la memoria”. Se ha abierto paso en el agrio mundo de la empresa. Ha superado incomprensiones, ha eludido zancadillas, se ha zafado de la agresión de las navajas cachicuernas. Y ahí está, al frente de Wealth Advisory Service, realizando destacadas operaciones de asesoramiento y adquisición de obras de arte. Pocas personas son capaces en España de transitar por la selva enmarañada, aunque no virgen, del mundo de las subastas, las galerías y los artistas.

Carmen Reviriego ha publicado un libro notable: El laberinto del arte, en el que ha volcado su dilatada experiencia. También su pasión personal. Ella ha triunfado en el arte de vivir porque ha sabido ser, como escribió Fromm, la escultura y el mármol a la vez de su vida apasionante. Ha dedicado largas horas a la reflexión sobre la filosofía de la creación artística. Piensa que el arte es la revelación de la vida y no le falta razón. Está cerca de la idea de Horacio: Omnis naturae imitatio est. Aunque a veces resulte al revés y la naturaleza imita al arte. Expresar con belleza el espíritu de las cosas, ahí está la clave para la creación artística de pintores, escultores, músicos y escritores.

El laberinto del arte es técnicamente un gran reportaje al estilo del más alto periodismo. Incluye gráficos reveladores. Estados Unidos, por ejemplo, supone el 33% del mercado global del arte; China, el 25%; el Reino Unido, el 23%; España, el 1%. Repasa la autora las principales ferias, desde Armory de Nueva York hasta la londinense Frieze o la muy prestigiosa de Basilea, con sede también en Miami. Incluye también un breve diccionario de los términos que se utilizan en las subastas y explica minuciosamente cómo se asegura una colección de arte para sorpresa de esa gran periodista que es Charo Izquierdo. Reflexiona, en fin, Carmen Reviriego sobre las inversiones en arte y demuestra que en las últimas décadas esas inversiones se han convertido en uno de los negocios más suculentos, al margen de la satisfacción que la belleza de las pinturas y las esculturas proporciona a quien las adquiere y posee.

El libro se completa, como corresponde a un gran reportaje informativo, con entrevistas a artistas, coleccionistas y galeristas. Me ha gustado especialmente la conversación de la autora con Patricia Phelps de Cisneros. La venezolana responde certeramente al cerco de Carmen Reviriego.

Enardeció, por cierto, a los madrileños hace unos meses con una exposición que deslumbraba. Cristina Iglesias, Guillermo Kuitca y Jaume Plensa se defienden como pueden del aguacero de preguntas. Y entre los coleccionistas entrevistados no podía faltar Carmen Thyssen que ha dotado a Madrid del tercero de sus grandes museos. La famosa coleccionista subraya su pasión por salvar el arte del olvido y se recrea en la pintura pastoral donde se armoniza el ser humano y la naturaleza.

El laberinto del arte, en fin, es un libro imprescindible para todos los que se mueven en un mercado complejísimo que tiene sus reglas y que funciona a veces de forma sorprendente. Carmen Reviriego con una escritura clara, con voluntad de sencillez, desenmaraña las incógnitas del negocio del arte para hacerlo comprensible al lector medio.

ZIGZAG

Román Piña es uno de los escritores que destacan en la literatura de humor de nuestra república de las letras. En su última novela El general y la musa recrea un diario escrito en Mallorca en 1933 por el general Franco. Piña tiene el acierto de criticar al futuro dictador haciéndole partícipe de todo aquello que despreció o ignoró: la literatura, la música, el trato con escritores como Graves. El Franco del diario recreado por Piña es lo contrario del Franco que conocieron las viejas generaciones, hoy, de la vida española. La visita del general, por ejemplo, a una casa de lenocinio provoca en el lector de cierta edad un regocijo inextinguible. El humor más sutil zarandea todas las páginas de esta novela singular en la que brilla el talento literario de Román Piña.