En el invierno de 1939, Juan Negrín aspiraba a robustecer algunas posiciones de la República derrotada para negociar con Franco una paz con condiciones. El coronel Casado se hizo con el poder, actuó con tenaz torpeza y Franco terminó por imponer la rendición sin condiciones y la posterior y bárbara represalia contra los perdedores de la guerra incivil.
Julián Besteiro, casi un esqueleto viviente en aquellos meses, no entendió la realidad de la situación. Todavía el 11 de marzo de 1939 se mostraba “asombrosamente optimista sobre el futuro”, según Preston. Mantuvo, eso sí, la dignidad personal hasta el final y declaró a Regina García, directora del diario socialista La Voz: “Me quedaré con los que no pueden salvarse. Es indudable que facilitaremos la salida de España a muchos compañeros que deben irse, y que se irán por mar, por tierra o por aire; pero la gran mayoría, las masas numerosas, esas no podrán salir de aquí, y yo, que he vivido siempre con los obreros, con ellos seguiré y con ellos me quedo. Lo que sea de ellos será de mí”. Besteiro fue condenado a cadena perpetua y falleció en la cárcel de Carmona el 27 de septiembre de 1940. La víspera pudo abrazar a su mujer, Dolores Cebrián.
Juan López, secretario del Movimiento Libertario Español, afirmó el 15 de marzo en Unión Radio: “Si tenemos la nobleza de proclamar nuestras intenciones de paz, es porque no nos falta el temple de acero que impondría una resistencia definitiva si nuestros enemigos quieren cometer la locura y el desatino de entrar en el terreno que conserva la República enarbolando la espada de la conquista”. En opinión del historiador británico, los anarquistas “lanzaban mensajes radiofónicos a la zona franquista en los que se abogaba por la concordia, con la ingenua esperanza de que ello estimulara un clamor de paz que presionara a Franco para que aceptara una paz negociada”.
Tras la invasión de Checoslovaquia por los nazis de Hitler el 15 de marzo de 1939 y la alarma de Inglaterra y Francia, con la guerra mundial en ciernes, podía haber cambiado la situación de la República española, según Preston, “si Casado no hubiera sido tan firme partidario de la rendición”. El 28 de marzo, al amanecer, ordenó al coronel Prada que procediera a la entrega de Madrid, lo que significaba la rendición incondicional. Alicante, Jaén, Cartagena, Cuenca, Guadalajara y Ciudad Real cayeron después sin lucha, y el 1 de abril de 1939 Franco proclamó su victoria total en la guerra incivil española.
Paul Preston lleva a cuestas un formidable equipaje de conocimientos y documentación. Es un historiador que se distingue por el rigor científico de sus trabajos y por un permanente esfuerzo de objetividad. Envidiado por algunos historiadores españoles, tuvo la fortuna de ser honrado con los ataques desaforados del acomplejado Javier Tusell. Su libro sobre Franco es con diferencia el mejor que he leído. Aunque sus posiciones ideológicas discrepen de las mías, la justicia exige reconocer el acierto de su biografía del Rey Juan Carlos, así como su ingente tarea de historiador.
El final de la guerra, su último libro, es un ejemplo más de la capacidad del historiador británico. Respaldado por una investigación rigurosa y una documentación exhaustiva, Paul Preston ha escrito una monografía definitiva sobre los últimos meses de la guerra incivil, en los que destaca la sagacidad de Negrín, la ingenuidad y la dignidad de Besteiro, la torpeza de Casado y la crueldad de Franco.
ZIGZAG
Durante toda la semana, el mundo melómano ha elogiado el homenaje a Montserrat Caballé en el Teatro Real de Madrid. Con Victoria de los Ángeles encabeza a las sopranos españolas. Nos faltan músicos en España pero nos deslumbran los intérpretes, al frente de todos Plácido Domingo, considerado internacionalmente como el mejor tenor del siglo XX, por encima de Caruso, de Beniamino Gigli o Pavarotti.