El auge de Hitler en ciertos sectores de la juventud alemana -escribía yo hace unos años- no es una anécdota. Hay que enfrentarse a lo que significa. La Alemania de Angela Merkel manda más en Europa que la de Hitler con la wehrmacht enseñoreada en el viejo continente. El orgullo del pueblo alemán ha vuelto a desbordarse, con derivas alarmantes. Documentales y películas sobre Hitler se potencian a través de internet. Incluso renace en Alemania la figura del dictador español, que envió una división a combatir al lado del führer y que afirmó que un millón de españoles defendería Berlín. Franco dijo en el Alcázar de Sevilla, en un discurso público (ABC, 15-II-1942), que “...si hubiera un movimiento de peligro, si el camino de Berlín fuera abierto, no sería una División de voluntarios españoles la que allí fuera sino que sería un millón de españoles los que se ofrecerían...” Todavía a finales de 1944, Franco le escribe al duque de Alba que Hitler con el “rayo cósmico” modificaría el curso de la guerra y que “aparecerían 80 divisiones que el führer tenía enmascaradas”.

Desde 1945, los gobernantes alemanes han oscurecido sistemáticamente cualquier alusión a Hitler. Las nuevas tecnologías incontrolables han devuelto a Alemania la figura del siniestro dictador. Resulta alarmante el éxito de todo lo que se refiere a Hitler, desde las series de televisión, a los libros y los reportajes periodísticos impresos, audiovisuales o digitales. Un sector no desdeñable de las nuevas generaciones germanas demuestra abiertamente su interés por el III Reich, cuando no su acongojante admiración. El neonazismo está creciendo en Alemania, estimulado además por la crecida de la extrema derecha en Austria y, sobre todo, en Francia.

He leído El efecto Hitler con especial atención. Su autor Juan Pablo Fusi es un historiador exigente, prestigioso por su objetividad e independencia. Ha sido capaz de resumir, en menos de 300 páginas, la II Guerra Mundial, sus antecedentes y las consecuencias de la frenética aventura hitleriana, sintetizando lo más importante. No era fácil desbrozar la selva inmensa de publicaciones sobre un periodo clave de la historia universal. Fusi lo ha conseguido con especial atención a la significación de Churchill que se enfrentó solo a la euforia de Hitler durante los meses cruciales de la guerra.

No quiero detenerme, sin embargo, en la calidad histórica del libro de Fusi sino en su oportunidad porque preocupan a muchos intelectuales las últimas derivas de nuestra Europa convulsionada. El efecto Hitler debería traducirse inmediatamente al alemán para que los jóvenes germanos pudieran leer el libro y tomar conciencia, a través de su testimonio desapasionado y científico, del horror de aquella contienda desencadenada por la megalomanía de un hombre que, como tantos otros alemanes, se sintió humillado por el Tratado de Versalles.

Si las democracias europeas no son capaces de regenerarse desde dentro, se reproducirán los brotes totalitarios del nacionalsocialismo y los extremismos de la derecha ultra. La moderación, la concordia, la conciliación, el respeto a los derechos humanos y el rechazo del nazismo y del comunismo deben seguir presidiendo los destinos de Europa. Juan Pablo Fusi afirma que la II Guerra Mundial no fue una tragedia inútil y que alumbró los caminos de la libertad frente a las tiranías, los caudillajes y las dictaduras. Esa es la gran lección que se deriva de El efecto Hitler, un libro que esclarece el fondo de uno de los periodos más turbios y atroces de la historia del mundo.

ZIGZAG

La Pajuelera dibujada por Goya en el siglo XIX tiene antecesoras. Gonzalo Santonja, que está haciendo una formidable tarea al escudriñar los orígenes de la fiesta nacional en varios libros reveladores, ha descubierto la imagen de una alanceadora en un plato de loza del siglo XVII. El sacrificio de los toros hunde sus raíces en las religiones mediorientales primitivas y se nutre de creencias religiosas sobre la fecundidad de la mujer. El toro, desde iniciales ritos religiosos, todavía vigentes en la India, deriva en espectáculo popular hasta las actuales corridas. Gonzalo Santonja acaba de hacer una interesante aportación a la vigencia de la fiesta con esa alanceadora a la que ha llamado Dulcinea.