Image: Ricardo Senabre

Image: Ricardo Senabre

Primera palabra

Ricardo Senabre

20 febrero, 2015 01:00

Nadie tenía influencia sobre él. Ni siquiera Blanca Berasátegui. Sabía zafarse de cualquier intento de recomendación. Leía los libros a fondo y decía en la crítica lo que pensaba, a palo seco, subrayando a veces errores menores, pero sin perder la altura de miras. Su independencia de juicio se hizo proverbial en la república de las Letras. “Es el mejor crítico literario con que cuenta España”, me dijo poco antes de morir Martín de Riquer. Y no le faltaba razón, porque Ricardo Senabre era mucho más que un crítico literario. Era un sabio de la Literatura. Recuerdo las largas conversaciones que mantuve con él sobre José Hierro, sobre Valente, sobre Rafael Alberti. Se refería con profundidad a Ortega y Gasset, a Unamuno, a Fray Luis. Lo sabía todo de Antonio Machado y de Juan Ramón. Admiraba a Jorge Luis Borges porque en Hombre de la esquina rosada escribió la mejor prosa castellana del siglo XX. Le reventaba que yo le interrumpiera recitándole versos de los poetas sobre los que pontificaba. No terminaba de creerse lo que oía y un día me confesó que en alguna ocasión comprobó si se ajustaba al rigor el poema por mí recitado. En todo caso, aunque áspero, era cordial en el trato.

Le molestaban los aspavientos y las pedanterías. Era muy discreto, de espontánea sencillez. El desdén de sus ojos no hacía daño. Era un hombre independiente por encima de los tirones sociales, de los galardones y las distinciones. Me escribió un día elogiando una frase recogida por mí de labios de Luis Buñuel: “Solo existe dignidad en la nada. ¡Viva el olvido!”

Blanca Berasátegui ha contado que Fernando Lázaro Carreter me descubrió a Ricardo Senabre. Es verdad. El inolvidado director de la Real Academia Española, incorporado como crítico a El Cultural, junto a Víctor García de la Concha, me lo repetía semana tras semana: “Ricardo Senabre es el mejor, el que más sabe, el más objetivo”. Se puso tan pesado Lázaro Carreter que, finalmente, le hice una oferta a Senabre para escribir en el ABC verdadero. Fue un completo acierto. Lázaro Carreter tenía razón. Desde el primer momento los lectores se dieron cuenta de que el nuevo crítico era impermeable y que decía lo que creía y lo que sentía. Su prestigio creció semana tras semana hasta situarle en la cumbre. “La vasta y vaga y necesaria muerte”, de la que hablaba Jorge Luis Borges en un soneto por él especialmente apreciado, le ha apartado de la tribuna que ocupó durante largas décadas de sentar cátedra, sabiduría y objetividad. “Solo la muerte nos hace iguales a todos. La vida, las condiciones físicas, intelectuales, de nacimiento, de trabajo y fortuna establecen desigualdades insalvables”, decía Senabre. Manrique se anticipó poéticamente a Borges: “...allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos, allegados son iguales los que viven por sus manos y los ricos".

“Ningún libro de psicología puede enseñarnos más sobre los celos que el Otelo de Shakespeare”, afirmaba Ricardo Senabre. “La Literatura es el más formidable instrumento de comunicación creado por el ser humano”, añadía. Y esta reflexión cobra significación profunda cuando los millones de ríos dispersos de internet desembocan cada día en el mar de la información, con la más alta transformación del ejercicio de comunicación que conocieron los siglos. Ricardo Senabre había situado, en todo caso, su sabiduría literaria por encima de la vanguardia tecnológica.

ZIGZAG

La tierra ha sido y es en su interior una bola ardiente de hierro y níquel que se va apagando lentamente. Cuando se extinga ese núcleo interior, nuestro planeta se convertirá en algo muy parecido a lo que hoy es Marte. Los hallazgos del Curiosity han confirmado en gran parte el origen de aquel planeta muy parecido al de la Tierra. Geólogos chinos han descubierto ahora que dentro del núcleo de la Tierra existe otro núcleo que lo condiciona. Jorge Alcalde, en un excelente trabajo, explica que en el interior de la Tierra las propiedades eléctricas del hierro, unidas a la rotación del núcleo sólido dentro del magma líquido, "genera un efecto de dinamo capaz de provocar un gigantesco campo magnético", que se extiende hasta 60.000 kilómetros en el espacio… Sin él no sería posible la vida".