Image: José Bono entra más adentro en la espesura

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Primera palabra

José Bono entra más adentro en la espesura

3 abril, 2015 02:00

José Bono defiende un socialismo democrático y constructivo. La coherencia de su pensamiento y la firmeza al defender sus ideas han merecido al reconocimiento general en este país de cantamañanas, mogrollos, titiriteros, caraduras, chupópteros, políticos de pantalón gris, prenda que va bien con todas las chaquetas. Bono es socialista. Socialista íntegro y sin fisuras. Eso no le impide respetar a los católicos que se merecen respeto; a los empresarios que se benefician de la sociedad de libre mercado pero que tributan conforme a la ley; y a aquellos que discrepan de su ideología. Bono, en fin, es votable por el centro izquierda y por un sector del centro derecha. Perdió por un puñado de votos, atizados por sí sabemos quién, la secretaría general del PSOE. España sería hoy muy diferente y para bien si el presidente del Gobierno en lugar de Zapatero hubiera sido Bono. Pero la Historia se escribe algunas veces con renglones torcidos.

Ahora, el político que estuvo largos años al frente del gobierno de Castilla-La Mancha, que presidió a satisfacción de casi todos el Congreso de los Diputados, ha publicado su diario personal durante los dos años que en que fue ministro de Defensa. El libro se lee de un tirón. Tiene algunos errores, no de bulto sino de matiz. Destaca por su rigor como corresponde a un testigo directo de lo que narra. Se guarda Bono en la alcancía de sus recuerdos la mitad de lo que sabe pero lo que desvela es lo suficientemente interesante como para convertir el libro en imprescindible si se quiere tener idea cabal de lo que ocurrió durante los dos años zapatéticos en los que a Bono le correspondía pilotar el ministerio de Defensa.

Pedro J. Ramírez reunió a cenar en su casa a Lucía Méndez, Jaime Castellanos, Giorgio Valerio, Zaplana, Ana Botín y Bono. El dirigente socialista recoge una información de Zaplana, según la cual la policía vasca detuvo en enero de 2004 a un magrebí que declaró: “Nos vamos a vengar en Atocha…, todo está preparado”. El autor contará que Felipe González atribuyó de entrada a Eta la atrocidad del 11-M.

Explica Bono que Zapatero le ordenó el regreso de los soldados de Irak sin prever la reacción de Bush, que humilló al presidente español durante largos años. Habla el ministro de los micrófonos instalados en el Palacio de la Zarzuela. Informa de que Javier Solana le colgó el teléfono a Moratinos. Critica a Maragall y da un cachete a Zapatero al poner en su boca: “Esta generación de españoles no va a tener problemas con la unidad de España”.

Afirma Bono que si el Gobierno de España se hiciera más presente en Cataluña, los secesionistas no pasarían del 10%. Informa de la mediación de ¡Julio Iglesias! para mejorar la relación entre Zapatero y Estados Unidos porque incluso Bush padre se negó a recibir al presidente español en Albacete. Asegura que Carrillo dijo que el Rey “puso a Adolfo Suárez a bajar de un burro”. Elogia a Gallardón pero afirma que tiene la cualidad innata de saltar al vacío. Critica abiertamente el Estatuto catalán auspiciado por Zapatero. “Hay dos clases de ministros: los indignados y los que aún no han leído el Estatuto de Cataluña”.

Se refiere Bono al 3% de las obras públicas que iban a parar a la hucha de CiU; y a Esperanza Aguirre, “que besa de día y muerde de noche”. Aborda desde la Constitución el caso del teniente general Mena, primer militar de esa graduación arrestado desde la guerra civil. “Si el Rey no actúa con el Estatuto -afirmó el teniente general- tendrá que tomar las maletas e irse de España y los militares actuaremos en consecuencia”. José Bono, ante la lenidad del presidente del Gobierno frente al secesionismo catalán, presenta su dimisión. Y eso que tuvo la convicción de que en aquella época el independentismo era una finta para obtener ventajas económicas. Arturo Mas le dijo a Zapatero: “Yo voy quitando lo de nación y tu vete poniendo más dinero”.
Libro sin desperdicio. Un ministro cualificado cuenta, desde la libertad, lo que vio y entendió hasta que decidió marcharse, impidiendo que la Real Academia Española suprimiera del Diccionario la palabra dimisión por falta de uso.