Image: La Constitución en la Historia de España

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Primera palabra

La Constitución en la Historia de España

20 noviembre, 2015 01:00

Nunca se ha hablado tanto en España de Constitución como en las últimas semanas. La torrentera política ha inundado incluso hasta el último rincón de la actividad y las manifestaciones culturales españolas. Nuestra nación se agita agobiada, mientras caen, aunque no ensangrentadas, al menos todavía, las páginas de la Historia de España. El desencanto de las nuevas generaciones subraya el fin de un régimen que es necesario reformar. La Transición ha sido ya relegada al zaquizamí de los recuerdos.

Por eso me parece un acierto la publicación de un libro en el que se resumen los esfuerzos constitucionales en España. Francisco Marhuenda, con la colaboración de Tomás Zamora, ha dado cuenta de las hogazas constitucionales que se repartieron durante las dos últimas centurias en nuestro país. El libro no tiene desperdicio. Historia político-constitucional de España es una obra presidida por el rigor científico, la exhaustiva investigación, el aliento de la actualidad que nos envuelve.

Desde las Cortes de Cádiz al esfuerzo de concordia y conciliación de 1978, Marhuenda ha condensado el desarrollo constitucional español, con sus aciertos y sus reiterados errores. "Las Constituciones españolas del siglo XIX, -escribe- especialmente las que se promulgaron durante el reinado de Isabel II, estuvieron marcadas por la debilidad de una clase política que dependió de los militares, los cuales suspendieron a voluntad la Norma Suprema e influyeron en su redacción con el peso de las bayonetas y la complicidad de la Corte". La estercolización constitucional española reflejaba la tendencia al bóvido y al pienso de la clase política, tan madriguera, tan estólida, tan majadera, tan mentecata y avilantada.

Salvo la grandiosidad histórica de las Cortes de Cádiz, la verdad es que la victoria electoral o el golpe de Estado produjeron unas Constituciones que venían a satisfacer los intereses batracios del sector que se había alzado con el mando. El gran acierto de la Monarquía parlamentaria encarnada por Juan Carlos I fue, conforme a lo que su padre Juan III defendió desde el exilio durante tres décadas largas, la devolución al pueblo español de la soberanía nacional secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil. Por primera vez desde 1812, la Constitución se redactó en el año 1978 sobre la base sustancial de la concordia y la conciliación entre las dos Españas tradicionalmente enfrentadasy que definía, con infinita tristeza y desolado lamento, Antonio Machado.

Francisco Marhuenda desmenuza la Constitución de 1812 y camina a medidas zancadas por el Estatuto Real de 1834, por la Constitución de 1837, por la Carta Magna de 1845, por la de 1869, por la sabia Constitución de Cánovas del Castillo, la de 1876, por la republicana de 1931, por el sistema de Leyes Fundamentales de la dictadura franquista, redactadas todas ellas para mayor gloria del caudillo de España por la gracia de Dios, del dictador amigo de Adolf Hitler y Benito Mussolini, que envió una división española -la División Azul- a luchar en la II Guerra Mundial al lado de los nazis.

Francisco Marhuenda, en fin, arriba en el mar de la Constitución de 1978 pero no entra en el análisis del error cometido por la clase política al no haber sabido difundir entre las nuevas generaciones la proeza política que se hizo en la Transición: el trasvase sin traumas ni violencia desde una dictadura atroz a una democracia pluralista plena. Asistimos hoy al fin del régimen constitucional entonces creado que precisa de una profunda reforma si quiere subsistir porque las nuevas generaciones permanecen indiferentes al 70% ante el sistema; indignadas, al 30% y asqueadas casi al 100%. Un libro el de Francisco Marhuenda, admirablemente elaborado, y que llega a las librerías con la oportunidad de una situación límite en la vida política española.