Image: Culpa y castigo en Carmen Durán

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Primera palabra

Culpa y castigo en Carmen Durán

29 enero, 2016 01:00

Le he enviado a Mariano Rajoy el último libro de la psicóloga Carmen Durán: El sentimiento de culpa. El líder del PP, tras cuatro años de mayoría absoluta, ha zozobrado en las elecciones del 20-D, perdiendo 63 de sus naves. No tiene, sin embargo, el menor sentimiento de culpa. Ciertamente, su gestión económica ha rayado en la excelencia pero su actividad política se ha reducido a la lenidad y la inconsistencia: "No hay que hacer nada porque el tiempo lo arregla todo y lo mejor es tener cerrado el pico".

No tengo la menor esperanza, por supuesto, de que el líder pepero lea el libro de Carmen Durán cuando se ha pasado cuatro años sin acudir a un solo estreno de teatro, ni siquiera a los de Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, español, peruano, académico de la Real Academia Española, hostil a la secesión de Cataluña.

Cree Carmen Durán que uno de los mayores obstáculos que encuentra el hombre para conseguir la felicidad es el sentimiento de culpa. En su sagaz ensayo filosófico, se adentra la autora en el estudio y análisis por sus causas primeras de la idea de culpa y sus repercusiones en la vida personal y social. Coincide Durán con mi inolvidado amigo Rof Carballo: "La ciencia y la técnica del hombre contemporáneo no solo han minado las estructuras patriarcales sino que han encerrado al hombre en su soberbia, su soberbia más radical y escondida".

Se refiere Carmen Durán a la ontogénesis y al desarrollo del sentimiento de culpa desde la fecundación del cigoto hasta la senescencia. Apoyado en un punto de vista psicoanalítico, la autora estudia lúcidamente el desarrollo de la primera infancia en relación al sentimiento de culpa. Castilla del Pino, con el que compartí conversaciones y vivencias en la Real Academia Española, escribió: "Se entra en una etapa coercitiva en la que todo el hacer del niño tiende a ser controlado. La etapa coactiva está caracterizada por la conversión de la dependencia, que ha de obtenerse por la sumisión. Lo que se controla no es solo lo que se hace sino el modo cómo se hace".

La dependencia psíquica del niño sigue siendo muy poderosa y por eso el sentimiento de culpa, según Carmen Durán, se produce siempre en la relación con los padres. Se adentra luego Durán en las consecuencias que en el mundo adulto tiene el tema de su libro. Las páginas dedicadas a la ansiedad y la angustia son magistrales. Se refiere la autora a la novela de Boyne La casa del propósito especial y coincide en que la gran duquesa Anastasia, si de verdad no resultó asesinada junto a sus padres y hermanos, tuvo que desarrollar inevitablemente el sentimiento de culpa "por haber sobrevivido a la matanza de todos sus familiares". Máxime si no podía compartir la realidad de su vivencia. La angustia se acrecentaría en ella inevitablemente porque "una culpa no comunicada es también una culpa no compartida".

Aún hay más. ¿Tiene la culpa, castigo? Sí en la psicología individual, aunque no siempre. Otra cosa es la culpa solidaria a la que se refiere José Saramago en El Evangelio según Jesucristo, novela que cita Carmen Durán para referirse al sentimiento de José, que pudo evitar la matanza de los niños inocentes, si en vez de huir con su hijo hubiera alertado a sus vecinos para que hicieran lo mismo. Diferencia Carmen Durán lo que la culpa significa para el sabio y para el santo, capaz de justificar este último las mayores contradicciones. "En el planteamiento Advaita -escribe la autora- lo que diferencia a un santo de un sabio es que un santo es aquella persona que mejor cumple las normas morales de su época y cultura. Esto nos lleva a la paradoja de tantos santos cristianos, cuya santidad nos resulta inexplicable, como puede ser el caso de Santa Irene, emperatriz de Rusia, que dejó ciego a su hijo para poder seguir gobernando".

Si atendemos a la evolución histórica de nuestra especie resulta difícil establecer la significación final de la culpa. Hubo tiempos en que la esclavitud no suponía ningún problema y eso se prolongó incluso en la democracia norteamericana hasta mediados del siglo XIX. Y en época reciente, como escribe Carmen Durán, cuando "la pureza de la sangre aria era un valor que justificaba el exterminio de los judíos". Un libro, en fin, El sentimiento de culpa, que es una tremenda meditación galopante y que conduce al lector a la reflexión profunda.