Impresionante el "alambre" de Manuel Rivera. Encabeza la cuadra de pintores españoles que vertebran Lo nunca visto. Estamos ante una de las mejores exposiciones que se han podido contemplar en Madrid en lo que va de siglo. La Fundación Juan March ha tenido el acierto de agavillar la penúltima vanguardia, es decir, la apoteosis encendida de la abstracción y el informalismo de los años sesenta.
Frente al realismo decadente que imponía la dictadura, escribí yo en ABC el 30 de abril de 1959, hace casi sesenta años, un artículo titulado Arte abstracto, para soltar el torrente de los pintores españoles que he reencontrado en la exposición de la Fundación March.
Tras el "alambre" encendido de Manuel Rivera, me ha sobresaltado un lienzo sobre tabla en el que Tàpies enfrenta al espectador con los colores terrosos entre el delirio amarillento. El abstracto se hace aquí "tachismo", como afirmó el inolvidado Cirlot. No le va a la zaga en vitalidad expresionista el polvo metálico sobre hierro de Modest Cruixart ni la tabla Landor de Lucio Muñoz, impregnada del dramatismo profundo que zarandeó al pintor hasta su muerte. Un descubrimiento, al menos para mí, la dimensión de Farreras en su óleo sobre papel titulado sin intención Número 69. Sereno, Gerardo Rueda; erizante, Antonio Saura y su pasión turbulenta; profundo, Luis Feito; agresivo, Guinovart; rientes los colores de Manolo Millares, sacudidos entre la austeridad de las arpilleras; expresionista sombrío, Gustavo Torner. Falta Mercedes Gómez-Pablos; falta también el gran Viola y sus nidos del fuego, los que incendiaron El Paso junto a Saura, Millares, Canogar y Feito.
No tengo duda, por cierto. Si me invitaran a elegir un cuadro de Lo nunca visto, me quedaría, como D'Ors y su Mantegna en el Prado, con el Zóbel. Hasso se titula. El soberbio pintor filipino es capaz de llevar al lienzo, negro sobre blanco, la expresión del pensamiento profundo. Antonio Garrigues tiene en su casa la mejor muestra de la calidad no suficientemente reconocida de Fernando Zóbel. Brillan también en la exposición un Riopelle extraordinario, al estilo de Pollock; el Invierno de María Helena Vieira da Silva; un Auerbach incandescente; la Composición de Georges Mathieu que conmociona; la cola vinílica de Valenta sobre cartón; Fautrier y sus empastes con blanco de plomo; la Evanescescia de Georges Mathieu; y el óleo de Wols. Detengo aquí la caravana de pintores y cuadros a cual mejor, que se prolonga en la exposición para satisfacción del espectador.
El siglo XX se engrandeció con el cubismo, el surrealismo y el abstracto lanzado y explicado por Vasili Kandinski, desde la Bauhaus y Der Blaue Reiter, en su libro Punkt und Linie zu Fläche. No estoy seguro de que los ensayos de última vanguardia, con mención especial para las instalaciones, hayan alcanzado la calidad del movimiento abstracto, hoy ya superado. Miquel Barceló pintó en el techo de la Sala de los Derechos Humanos en el Palacio de las Naciones de Ginebra, la capilla sixtina del abstracto, un aguacero de campanas azules, de espinos enlunados, de frágiles estalactitas, colgados del ónfalo triunfal de la Suiza en carne viva. Lo visité en su día. Era la apoteosis del arte abstracto y, tal vez, su apocalipsis.
En todo caso, la Fundación March ha acertado de lleno al devolvernos a la década de oro de la pasada centuria cuando granó la expresión abstracta entre 1950 y 1960, colgada hoy abrumadoramente en las paredes de fundaciones, instituciones públicas, Bancos y Cajas, centros culturales y grandes hoteles para invadir después los domicilios particulares de muchos de los que inicialmente condenaron la abstracción como una tomadura de pelo y que se ha convertido en uno de los movimientos clave de la pintura de todos los tiempos.
Zigzag
Con el Rey y contra el Rey es un libro de lectura imprescindible para entender la trayectoria del PSOE que combatió y derribó a Alfonso XIII y que apoyó y consolidó a Juan Carlos I. Juan Francisco Fuentes ha escrito un ensayo histórico que se caracteriza por la objetividad y la investigación sagaz. Se podrá discrepar o se podrá coincidir con la obra de Fuentes. Nadie negará su calidad intelectual. Para el historiador, el apoyo socialista a Juan Carlos I granó en su abdicación pues suponía entronizar a Felipe VI con una votación abrumadora en el Congreso y el Senado.