Aitana Sánchez-Gijón, X Premio Valle-Inclán
El 17 de septiembre del año 2003, Luis María Anson publicó en el diario La Razón, por él fundado, un artículo sobre Aitana Sánchez-Gijón, la gran actriz que ganó, tras apretadas votaciones, el Valle-Inclán, premio de referencia del teatro español, convocado por esta revista El Cultural del diario El Mundo. Un destacado intelectual y político afirmó en aquel mes de septiembre que el artículo de Luis María Anson sobre Aitana Sánchez-Gijón era el mejor que había leído en su vida. Lo reproducimos a continuación.
No tenía veinte años y se fue a darle réplica a José María Rodero en El hombre deshabitado, nos sentamos en una fila en el estreno Rafael Alberti y Teresa, Manolo Rivera y Mary y yo, el poeta se emocionó cuando Aitana irrumpió desnuda en el escenario y era una diosa de Botticelli y hablaba con la palabra recental, una paloma blanca va por la nieve, quiere levantarse pero no puede, quiere levantarse, ir por la nieve, pero no puede, pero no puede, y luego nos íbamos todos juntos a un café de Recoletos y recitábamos versos hasta la madrugada, que Aitana se emocionaba con Rubén y con Pablo y era una roja desorejada, pero parecía una niña de Telva aunque con hondura genital y yo le decía que si era del Opus y que la reñirían por llegar tarde a la residencia y ella se reía, se reía y su risa era un despertar de alegrías y los dientes se le nevaban, vino me acuerdo a mi despacho en el ABC verdadero a decirme que había fundado un grupo teatral, Strión, y yo la había visto ya bajarse al moro y en Jarrapellejos y me parece que en un Benavente de Narros, le dimos un homenaje a Rafael, no sé si en el Beatriz, y allí estábamos todos dale que te pego y de pronto se nos apareció Aitana con un escote vertiginoso entre destellos, soleada de sabidurías adolescentes, y de versos, y Manolo Rivera que va y dice ha llegado Amaranta y yo que no que era el soneto a la Amposta de los poemas del amor incierto, oh tú, mi amor, la de subidos senos en punta de rubíes levantados, los más firmes, pulidos, deseados, llenos de luz y de penumbras llenos, hermosos, dulces, mágicos, serenos o en la batalla erguidos, agitados o ya en juegos de puro amor besados, gráciles corzas de dormir morenos, y ella estaba llena de gracia y era la inteligencia malherida, y el fulgor, las caderas en agraz, la piel manantial, chorro de sangre joven y vino una noche a mi casa a estrenar para Rafael su Venus y Príapo y el poeta apagó de un soplo las noventa velitas de la tarta porque era su cumpleaños y bajamos al sótano donde tengo un teatrillo y se abrió el telón y Aitana recitaba con uno que se trajo para hacer de Príapo y al poeta le rodaron las lágrimas por las mejillas porque no se esperaba aquello, despierta si cerrada caverna de coral, voy por tus breñas cabeceante, ciego, perseguido, ábrete a mi llamada, al mismo sueño que en tu gruta sueñas, tus rojas furias sueltas me han mordido, ¿me escuchas en lo oscuro?, sediento he jadeado las colinas y descendido al valle donde empieza el caminar más duro pues todo, aunque cabellos, son espinas, montes allí rizados de maleza, ¿duermes aún?, ¿no sientes como mi flor brillante y ruborosa la piel extensa y alta se desnuda y con labios calientes, coral los tuyos y los míos rosa, besa la noche tus labios muda?, y luego llenaba ella sola la escena cuando hizo de gata sobre el tejado de zinc caliente y también en el Sartre de Narros, a puerta cerrada, y en los celos del gran Aranda, claro que más tarde empezó a hacer cosas raras, como todas, y se casó la probrecilla y se le puso cara de señora importante cuando dirigía la camelancia esa de la academia de cine rodeada de giliporcelanas y recibía al Príncipe y todo pero, claro, a mí me gustaba más la Aitana roja que la Aitana monárquica de belleza achampañada, la palabra yacente, menos mal que volvió después adonde solía, otra vez los ojos desnudos de ceniza, y resulta que a lo mejor va ahora y se presenta a las elecciones generales por Madrid y claro, coño, Rajoy que ya no estoy tan seguro de que te voy a votar, si se presenta Aitana, coño, Mariano, que el corazón tiene razones que la razón no entiende y a ella le tiembla el vino rojo en la mirada y es como un sueño sin fin que se derrama.