Image: Parecía la llama de una hoguera

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Primera palabra

Parecía la llama de una hoguera

1 julio, 2016 02:00

Era un frenesí de fruta fresca. Parecía la llama de una hoguera. Las alas del águila real calzaban sus pies desnudos. Tenía la garganta llena de luz y el rojo corazón desmenuzado. Le abrasaba el hervor germinal, cal viva sobre la piel en la que ardían amapolas amarillas, saliva con yodo y altivas flores de alheña. La música le nacía en los ojos y al mover los brazos, al trenzar los dedos, dejaba un reguero de bailaores derrotados. Era la labranza del aire sobre el tablado. No olvidaré nunca aquel cenáculo de Las Brujas, regido por la sabiduría de Paco Diéguez y la escritura de Antonio Mairena. La Chunga, Micaela Flores Amaya, era la emperatriz indiscutida ante la que todos se rendían. Bailaba, entre las palmas sordas y el cante flamenco, las bulerías por soleá, la caña, los caracoles, la bambera, la alboreá, la guajira, la petenera, la sevillana, el garrotín, el fandango, la farruca y el taranto, la media granaína, los verdiales, la rumba, la malagueña, el martinete, la jabera, la zambra… Y el zorongo gitano que erizaba los vellos de Blas Infante en su Secreto del cante jondo.

Así es que acudí a la Fundación Pons, institución admirable al servicio de la cultura profunda, para contemplar la exposición de pintura de la Chunga. No es la primera vez que recorro una muestra del arte pictórico de la bailaora genial. Se comprende la sorpresa y la admiración de Picasso tras contemplar los cuadros de la Chunga, las frases rendidas de Dalí, la descarga naif que estremece a los espectadores. En su pintura se encierra el entero mundo de la bailaora. Sus cuadros lo llenan todo de color, de aire libre, de gemidos y música incierta, de cristos crucificados y vírgenes en procesión, de la alegría desbordada, la descoyuntada tristeza, el huracán de la melancolía, la reflexión profunda sobre la identidad femenina, el instinto maternal, la autenticidad, en fin, de esta gitana universal que fue genial como bailaora y que pinta como le sale del alma.

“El primor. La gracia de los primores como una brisa quebrada contra el junco de una flor”. Así describió mi inolvidado amigo Rafael Alberti, el arte de la Chunga, la bailaora con ritmo de música callada, de soledad sonora, colgada ahora de los pinceles que pintan la vida como es. Todo parece sacralizado en el entorno de Micaela Flores y por eso se produce el calambre entre la artista y el espectador.

No, no se arrepentirá el lector que acuda a la Fundación Pons para contemplar desde el sosiego y la serenidad el arte pictórico de la Chunga. Yo salí conmocionado. Y aún más, porque al borde de los ochenta años, Micaela Flores, acompañada por su hermana la Chunguita, mi querida Chunguita de la adolescencia inabordable, bailó en la galería para los espectadores, con muchas brasas encendidas todavía entre las cenizas del arte flamenco. Un recreo para el buen gusto artístico. Nos trasladamos fugazmente a otra época tristemente desaparecida, el de aquella juventud dorada que se fue para no volver. Es tan corto el amor y es tan largo el olvido, escribió Pablo Neruda. Escuchamos todos la voz del vértigo que gemía en el baile de la Chunga, en la pintura de la Chunga, en el tiempo de la desolación y los dioses extinguidos, derrotado el príncipe de las tinieblas, el Nosferatu del aquelarre y la noche roja con tembladera virginal.

Zig Zag

Muy difícil elegir entre las arquitecturas monumentales del mundo. Durante mucho tiempo creí que el Taj Mahal era la más alta muestra de la belleza arquitectónica. En mi segundo viaje a Siem Reap cuando tuve ocasión de contemplar Angkor Vat desde un helicóptero me entraron serias dudas. Impresionan varios de los templos que se agavillan en la zona. Pero Angkor Vat es un prodigio y ocupa lugar cimero en la arquitectura universal. Damian Evans tras largos años de investigación ha detectado, no ya monumentos, sino ciudades enterradas junto al asombro de Angkor Vat. Pasarán muchos años antes de que se recaude el dinero necesario para el trabajo de los arqueólogos y se conozca el alcance de lo que aquellos reyes jmeres de la Edad Media -desde Jayavarman II hasta el séptimo del mismo nombre, con especial atención a Suvyavarman- construyeron en Camboya. Por cierto, que las ruinas de los templos de Angkor no fueron descubiertas por los franceses Bouilleraux y Mouhot en el siglo XIX sino por españoles en el siglo XVI, conforme a lo que se relata en el libro de Gabriel de San Antonio Breve y verdadera relación de los sucesos del Reyno de Camboxa, impreso por Pedro Lasso en 1604 en Valladolid. Le envié en los años sesenta facsímil del libro a Norodom Sihanouk y me escribió una carta asombrada.