Al teatro en Madrid durante el año 2015 acudieron un millón de personas más que a los estadios de los cuatro equipos de fútbol de Primera División. Se trata de un hecho incontrovertible. Las cifras son muy tozudas. El teatro es el termómetro cultural de una ciudad y la capital de España se encuentra, por calidad y cantidad, entre las cinco grandes ciudades del mundo en la expresión teatral, junto a Nueva York, Londres, París y Buenos Aires. Berlín golpea ya a las puertas del pelotón de cabeza y Shanghái acecha para un futuro no muy lejano.

Recuerdo una de esas tardes machadianas en la Real Academia Española, casi con placidez de alma. Me apartó Fernán Gómez en la sala de pastas y me dijo: "Estoy asombrado de la calidad de nuestros jóvenes actores y actrices y también de los directores. Tú que siempre has apoyado el teatro ocúpate sobre todo de la gente joven. Ahí está el futuro, en esos jóvenes está un futuro de extraordinaria calidad".

Acudo todas las semanas a las salas alternativas, vestido de forma muy provocadora, incluso, cuando tengo el día cabrón, con chaqueta y corbata. Tengo ocasión así de comprobar la vocación teatral, la categoría profesional y el éxito de infinidad de actrices y actores, de directoras y directores. Un poco menos, los autores porque en cuanto uno se descuida se dedican a escribir para las series de televisión. En todo caso, dos centenares de comedias se representan en Madrid cada semana y así a lo largo de toda la temporada. Una estela de esplendor, en fin, que alcanza su expresión máxima durante la cena en la que, con votaciones cara al público, se otorga el Premio Valle-Inclán al acontecimiento teatral del año.

Escribo todo esto para subrayar el éxito de La Joven Compañía, un proyecto que agrupa a gentes jovencísimas del teatro madrileño. Creada por David Peralto y José Luis Arellano en el año 2012, la agrupación está residenciada en el Teatro Conde Duque, donde representa un centenar de funciones al año.

No voy a citar ni a los actores ni a los directores, ni siquiera a las actrices, porque no quiero ofender a los que, por los límites de un artículo, se quedarían ausentes cuando el esfuerzo es general y colectivo. Sí subrayar que algunos de ellos han intervenido en obras de alcance, desde La Iliada, hasta Los hermanos Karamazov y La piedra oscura, a las que dediqué una Primera Palabra en El Cultural, que es la revista de referencia de la vida intelectual española.

La Joven Compañía, como el centenar de agrupaciones teatrales de las nuevas generaciones jóvenes que conforman la vida teatral madrileña, merece el reconocimiento de los aficionados. Hace sesenta años, cuando el teatro peleaba en el páramo de la dictadura, apoyé el Teatro Estudio en Madrid y también a un adolescente Miguel Narros. Abrieron entre todos, en medio de las penumbras del franquismo, vientos de juventud y esperanza a la creación de vanguardia. Veo ahora en La Joven Compañía el mismo impulso renovador, idéntico esfuerzo de calidad al que tuvieron los creadores del Teatro Estudio, que continuaba el esfuerzo de La Barraca, la compañía que Federico García Lorca puso en pie para caer luego vilmente asesinado y sin sucesor durante largos años en el esfuerzo renovador que él había emprendido. La Joven Compañía es, como escribió Shakespeare en Hamlet, el "compendio y breve crónica de los tiempos". El gran Jovellanos advirtió, a ver si se entera Mariano Rajoy, que "el Gobierno no debe considerar el teatro solamente como una diversión pública sino como un espectáculo capaz de instruir o extraer el espíritu y de perfeccionar o corromper el corazón de los ciudadanos”. El presidente, en cinco años de habitar el Palacio de la Moncloa, no se ha molestado en acudir ni una vez al teatro. Tampoco ha leído a Jovellanos. Tal vez por eso gravó la escena con el 21% del IVA.

Ni escribo ni he escrito nunca teatro. Quizá puedo ser por eso razonablemente objetivo. Como no me muevo en el mundo teatral no tengo que esquivar el navajeo que brilla oscuro entre bastidores. A los protagonistas de La Joven Compañía les digo como Cervantes a la agrupación teatral de Angulo el Malo: “...y mirad si mandáis algo en que pueda seros de provecho; que lo haré con buen ánimo y buen talante, porque desde muchacho fui aficionado a la carátula y en mi mocedad se me iban los ojos tras la farándula”.