Malva Marina. Ramo de sal y amor, celeste lumbre, pongo pensando en ti sobre tu boca
Hablaba poco de ella. Pero lo hacía con desgarrada ternura. Adoraba a la niña. La bautizó paganamente con el nombre de Malva Marina y solo veía en ella candor y belleza, rechazando la hidrocefalia que la devastaba. Lo cuenta Vicente Aleixandre en su libro de memorias. Llegó un día a la Casa de las flores y Pablo, desde la emoción temblorosa, le quiso mostrar a su hija. Se asomó Vicente a la cuna y se quedó conmocionado al contemplar el horror que allí se cobijaba.
Con la tristeza cruzándole los ojos, nos dijo un día el poeta en París que le dolían las acusaciones de que abandonó a la niña. Malva Marina murió cuando los carros de combate de Hitler bramaban por las calles de Amsterdam. “En aquella época -me aseguró Pablo mirándome a los ojos- yo apenas tenía nada pero ni un mes dejé de enviar a Maruca la plata que necesitaba para atender a nuestra hija”. Los que le conocían bien sabían que era cierto lo que el autor de Residencia en la tierra afirmaba. Yo aporto aquí mi testimonio y también el de Vicente Aleixandre, asombrado por la devoción de Pablo hacia su hija devastada.
Paco Rego ha publicado en El Mundo una carta circunstancial que no refleja la realidad del sacrificio permanente de Pablo Neruda por su hija. María Antonia Hagenaar, Maruca, madre de Malva Marina y esposa separada ya del poeta, le escribe para reclamarle que no ha recibido la pensión de aquel mes (noviembre de 1938) y le dice que es imperdonable la negligencia del poeta para con su bebé, que ella no tiene un centavo y que él debe cumplir con sus deberes de padre. Pablo Neruda abandonó a Maruca cuando se enamoró perdidamente de Delia del Carril, La hormiga, a la que conocí en su casa de Santiago cuando tenía ya más de 100 años y era una anciana adorable. María Antonia Hagenaar nunca pudo soportar la separación de Pablo y la predilección del poeta por su amada argentina, a la que engañaría muchos años después con la bella y joven Matilde Urrutia.
El artículo de Paco Rego, ilustrado con una fotografía que yo desconocía, no es desdeñable, aunque choque frontalmente con el testimonio de los que tuvimos relación con Pablo Neruda. Personalmente siento vivo interés por todo lo relacionado con aquella criatura olvidada. Cuando publicamos en el ABC verdadero la gran exclusiva de los Sonetos del amor oscuro de García Lorca, encontré en la carpeta que los contenía cuatro cuartetos escritos por Federico al nacer la niña y que escondió tras conocer su enfermedad. Anuncié que existían al publicar los Sonetos del amor oscuro. Me escribió Matilde Urrutia, a la que tanto quería, para expresar su deseo de conocer aquel poema de Federico García Lorca. Conseguí hacerme con los versos inéditos, escritos en 1934, y los publiqué el 12 de julio de 1984 en ABC. Mantuve con Matilde entonces, y varias veces después, conversaciones sobre aquella niña que fue la gran alegría y la mayor tristeza en la vida de Pablo Neruda.
Malva Marina -escribió Lorca- ¡quién pudiera verte / delfín de amor sobre las viejas olas, / cuando el vals de tu América destila / veneno y sangre de mortal paloma!
¡Quién pudiera quebrar los pies oscuros / de la noche que ladra por las rocas / y detener al aire inmenso y triste / que lleva dalias y devuelve sombras!
El Elefante blanco está pensando / si te dará una espada o una rosa; / Java, llamas de acero y mano verde, / el mar de Chile, valses y coronas.
Niñita de Madrid, Malva Marina, / no quiero darte flor ni caracola; / ramo de sal y amor, celeste lumbre, / pongo pensando en ti sobre tu boca.
Palabra de Federico García Lorca.