El General y el Rey de derecho
Agonizaba el caudillo Franco, el amigo del duce Mussolini y el führer Hitler. Todo estaba previsto para que, tras los estertores de la dictadura, el Príncipe Juan Carlos encarnara la Monarquía del Movimiento Nacional. El entorno “tecnócrata” del sucesor, los lópeces, López Rodó, López Bravo y López de Letona consideraban imprescindible que el Rey de derecho, Don Juan III de Borbón, abdicara, o al menos permaneciera en silencio, tras la muerte de Franco. Activaron a varios mensajeros para que convencieran al padre de Don Juan Carlos. Dos de ellos eran pesos pesados. Antonio Fontán, antiguo consejero del Consejo Privado de Don Juan; y el general Manuel Díez-Alegría que se presentó en París, con la representación del Ejército.
Pablo González-Pola de la Granja ha escrito un libro imprescindible para entender cabalmente lo que ocurrió en aquellas fechas en la casa parisina del marqués de Marianao, donde se alojaba Don Juan. A Fontán, el Conde de Barcelona le dijo que no con rotundidad. Ni estaba dispuesto a abdicar ni tampoco a callar, hasta que su hijo convocara elecciones libres, cumpliendo con lo que había sido el objetivo de la Monarquía por él encarnada durante larguísimos años de duro exilio: devolver al pueblo español la soberanía nacional, secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra civil.
La intervención del general Díez-Alegría, militar de confianza de Don Juan Carlos y muy estimado por Don Juan, introdujo una variación en la negociación como minuciosamente desarrolla González-Pola en Preparando la Transición. El General Manuel Díez-Alegría, que destaca por su objetividad y que almacena un copioso equipaje de datos, amén de una investigación incontrovertible. Tras el estudio de la vida del general, que permite hacerse una idea de su calidad humana y militar, el autor incide en su gestión ante Don Juan, que tuvo éxito a medias.
- Naturalmente -nos dijo en París el Jefe de la Casa Real Española a Pedro Sáinz Rodríguez y a mí- no voy a abdicar ni me voy a quedar callado, pese a las presiones. Eso sí, el manifiesto del que hemos hablado en lugar de llevar mi firma será del Gabinete de Información, poniendo en mi boca lo que es necesario decir, una vez haya muerto Franco.
En casa de Jesús Obregón en París, Sáinz Rodríguez y yo redactamos el manifiesto en medio de una tensión que Jesús Obregón hijo reflejó en varios escritos. Se lo presentamos a Don Juan el domingo 23 por la mañana en casa de Marianao. El hijo de Alfonso XIII, con el semblante sereno y la mirada sufriente, no modificó ni una coma. Solo cambió la fecha y de su puño y letra puso 21 de noviembre en lugar de 23.
En su último manifiesto, Don Juan afirmaba: “Desde que en 1941 aceptó la sucesión de Alfonso XIII, el Conde de Barcelona se ha esforzado en ofrecer a todos los españoles la Institución Monárquica como instrumento de reconciliación nacional y vehículo para el pacífico acceso del pueblo español a la soberanía, a través de la voluntad general libremente expresada.
"No es propósito del Jefe de la Casa Real Española constituirse ahora en juez de la obra del General Franco como hombre de Estado. A lo largo de los últimos treinta y cuatro años, cuantas veces lo consideró necesario para el bien de España, hizo pública su opinión, aunque en ocasiones sus palabras llegaran mutiladas al pueblo español o fueran silenciadas. En sus últimos discursos y declaraciones, el Conde de Barcelona resumió y se ratificó en la línea política que ha presidido toda su vida.
”El Jefe de la Casa Real Española considera que la Monarquía, para ser útil a España, debe ser un poder arbitral independiente que facilite la superación de la guerra civil; el establecimiento de una profunda justicia social que elimine la corrupción; la consolidación de una verdadera democracia pluralista; nuestra plena integración en la Comunidad Europea, y el pacífico acceso del pueblo español a la soberanía nacional para que tengan auténtica representatividad las instituciones políticas hasta hoy emanadas de la voluntad del General Franco. Objetivos todos ellos que deben ser primordiales para su hijo y heredero Don Juan Carlos”.
Cuando el nuevo Rey de hecho convocó elecciones el 15-J de 1977 para que el pueblo español se expresara libremente, Don Juan decidió abdicar un mes antes en el palacio de la Zarzuela en uno de los actos más emotivos a los que he asistido en mi vida.