No conozco a nadie en España que tenga un conocimiento tan profundo de la poesía como Víctor García de la Concha. Y no solo la del Siglo de Oro y la Edad de Plata, también la de los últimos poetas de España e Iberoamérica a muchos de los cuales dedicó, en estas mismas páginas, generosas críticas erizantes.
He dicho en alguna ocasión que Víctor García de la Concha está encuadernado en pasta española, como el Diccionario normativo de la Real Academia. Director ejemplar durante doce años, García de la Concha aisló a la Casa de cualquier impregnación política. Fue el centinela que convirtió a la Academia en la Institución tecnológicamente más avanzada de España. El mundo conoció la Edad Antigua, la Edad Media, la Edad Moderna, la Edad Contemporánea… Vivimos plenamente ya en la Edad Digital y, durante su gestión académica, García de la Concha supo darse cuenta de las exigencias de las nuevas tecnologías. El Rey Don Juan Carlos I otorgó al director de la Real Academia la máxima condecoración que se concede en el mundo: el Toisón de Oro. Quien ostenta esa distinción pasa por delante de todos en los actos oficiales, salvo el Rey, la Familia Real y el presidente del Gobierno. Acompañé a Don Juan III cuando visitó en 1968 a Menéndez Pidal en su casa madrileña. Rosales, Marías y Pemán asistieron al encuentro. Don Juan le dijo a Menéndez Pidal que el 13 de marzo del año siguiente, 1969, con motivo del centenario del académico, viajaría especialmente desde Estoril a Madrid para imponerle el Toisón de Oro. El autor de Origen del español falleció cuatro meses antes de cumplir los 100 años.
García de la Concha dio continuidad a la visión anticipadora de Dámaso Alonso, el director que se enfrentó con la nueva realidad: era necesario mantener el “limpia, fija y da esplendor” de la tradición académica, pero lo que más importaba era mantener la unidad del idioma, tarea a la que también se entregó Fernando Lázaro Carreter. El problema del español en el siglo XXI era que ocurriera con la lengua de Cervantes lo que despedazó el latín, dividido en una serie de lenguas romances que no se entienden entre ellas: español, francés, italiano, rumano, catalán, provenzal, portugués, gallego… Sin la sagaz y eficacísima labor de la Real Academia Española tal vez hoy estaríamos atónitos ante un idioma argentino, o chileno, o colombiano, o mexicano, o peruano, o venezolano, que no se entenderían entre ellos. A Víctor García de la Concha se debe la ingente tarea de incorporar directamente a la elaboración del Diccionario a las naciones iberoamericanas en un esfuerzo común para mantener la unidad del idioma. Cerca de 600 millones de personas hablan en el mundo la lengua de Cervantes y Borges, de Galdós y García Márquez, de Ortega y Gasset y Octavio Paz, de San Juan de la Cruz y Rubén Darío, de García Lorca y Pablo Neruda, de Delibes y Vargas Llosa…
Y bien, este gran sabio de la poesía que es García de la Concha ha seleccionado 50 poemas de amor en un Breviario que es una joya literaria. Todos los vastos conocimientos de García de la Concha se han condensado al servicio de esta selección que va desde el romance de Fonte frida y el del Prisionero, hasta Octavio Paz y Neruda, pasando por Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega, Juan de la Cruz, Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Juana Inés de la Cruz, Espronceda, Bécquer, Rubén Darío, Machado, Juan Ramón, Unamuno, Guillén, Salinas, Alberti, Cernuda, César Vallejo, Miguel Hernández, García Lorca …
Víctor García de la Concha se ha esforzado en cuidar los textos con el máximo rigor científico. En mi opinión, su antología es impecable. Seguro que ciertos críticos especializados le encontrarán defectos. Yo no los he advertido, y además me han parecido admirables los comentarios a cada poema seleccionado. Espasa, en fin, se ha apuntado un éxito importante al editar con especial atención esta joya literaria que condensa una vida entregada al estudio de las Letras.