Como potencia económica, España se mueve entre el puesto once o doce del mundo. Como potencia cultural, ocupa el segundo o tercer lugar y, unida a los países hispanoamericanos –es decir, al área del idioma español– disputa el primer puesto a la cultura anglosajona. Podría colmar este artículo con los nombres de los poetas, dramaturgos, novelistas, ensayistas, periodistas, filósofos, científicos, pintores, escultores, arquitectos, músicos y cantantes que a lo largo del siglo XX han engrandecido la cultura hispana. Las manifestaciones culturales alimentan en España a 700.000 familias. Rozan el 5 por ciento del PIB, aparte de contribuir de forma relevante a la atracción del turismo internacional. El pasado año 2019 nos visitaron cerca de 84 millones de turistas.
Juan Echanove se encuentra entre los más destacados actores españoles. Sus 42 años de profesión subrayan una biografía excepcional que cuenta con el reconocimiento general. Es Premio Valle-Inclán de Teatro y sus interpretaciones, por calidad y versatilidad, han merecido, aparte del aplauso encendido de los espectadores, que las mejores plumas se hayan ocupado de él.
Hace unos días, Juan Echanove grabó un vídeo que se multiplicó de forma fulminante a través del nuevo boca a boca, es decir, de móvil a móvil. Lo recibí yo en mi teléfono por seis vías diferentes. El gran actor se enfrentaba al ministro Rodríguez Uribes denunciando su pasividad con el mundo de la cultura, devastado por el coronavirus. Echanove le atacaba sin piedad, tras acusarle del más completo desconocimiento del sector. Pocas veces he escuchado a lo largo de mi dilatada vida profesional una censura tan implacable como la dedicada por Juan Echanove al ministro José Manuel Rodríguez Uribes. El entero mundo de la cultura, además, respaldó al actor, convocando por primera vez una huelga. Tras escuchar su vídeo, en la versión que me envió Paloma Pedrero, llegué a la conclusión de que Juan Echanove, que es un caballero, no afirmaría como Henry Irving: “Pagaría con mucho gusto los gastos del funeral de George Bernard Shaw”.
El ministro ha demostrado, y así hay que reconocerlo, una notable capacidad para encajar golpe tan demoledor. Juan Echanove es hombre de talante liberal y ha sabido modificar su posición tras unas conversaciones con Rodríguez Uribes. Ambos han sido capaces de limar asperezas, reconocer razones y mirar hacia el futuro. El vídeo de Juan Echanove, que es un misil, alcanzó su objetivo y al ministro no le ha quedado otro remedio que escuchar y atender las exigencias del mundo de la cultura, exponiendo la serie de medidas que va a tomar para que no se produzca el colapso de las incontables manifestaciones culturales españolas, así como la precariedad de muchos de sus responsables. Aseguran que las conversaciones de José Manuel Rodríguez Uribes con Nadia Calviño, que es quien maneja los presupuestos, avanzan por el buen camino.
Mejor es así. Charles de Gaulle se dio cuenta de que lo más importante que tenía Francia era la cultura y nombró ministro a André Malraux, un intelectual de primer orden, de indiscutido prestigio, independiente y sin fisuras. El autor de La condición humana, premio Goncourt, hizo una notable gestión al frente del Ministerio de Cultura francés durante diez años. Felipe González imitó a De Gaulle y creyó que Jorge Semprún era el hombre adecuado. Después, el Ministerio de Cultura se ha cuarteado. A su frente han estado gentes sin relieve, salvo excepciones como Ángeles González-Sinde y César Antonio Molina.
José Luis Rodríguez Uribes y su Ministerio de Cultura tienen ahora la obligación de responder con hechos a la valiente actitud pública de Juan Echanove, y albriciar con toda clase de medidas, y no solo económicas, la devastación que la pandemia ha provocado en el mundo de la cultura española, con especial incidencia en el teatro, en tantas actrices y tantos actores de los que España puede enorgullecerse. Y que no se haga verdad la afirmación de Jean Jacques Rousseau, en El contrato social: “Entre caballeros, las promesas son deudas; entre políticos, son cebos”