En el Corán, al-Qur'àn, monumento universal a la espiritualidad, se lee, sin embargo, en el versículo 38 de la azora IV, conforme a la versión de Vernet: “Los hombres están por encima de las mujeres porque Dios ha favorecido a unos respecto de otros, y porque ellos gastan parte de sus riquezas en favor de las mujeres. Las mujeres piadosas son sumisas a las disposiciones de Dios; son reservadas en ausencia de sus maridos en lo que Dios mandó ser reservado. Aquellas mujeres de quien temáis la desobediencia, amonestadlas, confinadlas en sus habitaciones, golpeadlas”.

Junto al islamismo todavía implacable camina hoy el budismo oriental, el hinduismo asiático y el animismo melanoafricano. Más de un tercio del mundo del siglo XXI padece de forma abierta la discriminación de la mujer y la violencia de género. Aunque en las democracias orientales y occidentales se ha progresado mucho, la igualdad de derechos seguirá siendo durante las próximas décadas un desafío hiriente para las sociedades de numerosos países.

La mujer eunuco, de Germaine Greer, me parece un libro clave para entender cabalmente lo que ha significado la batalla feminista a lo largo de las dos últimas centurias. Desborda a El segundo sexo de Simone de Beauvoir. Mary Wollstonecraft, en 1972, y Seneca Falls, en 1848, anticiparon el esfuerzo liberalizador de la mujer. La mejor obra española sobre este asunto clave en el desarrollo social es el de Graciela Rodríguez Alonso, La epopeya de las mujeres. Se trata de un libro bellamente escrito y profundamente reflexionado.

Contraté en su día para que se incorporara a la redacción de ABC a Marichari Gonzalez Vegas. Fue la primera redactora en un periódico nacional. Recuerdo todavía el alud de críticas que soporté,muchas desde fuera del diario, algunas especialmente ariscas desde dentro. Ocurrió lo mismo cuando puse al frente de ELCULTURAL a Blanca Berasátegui. Fue la primera mujer española directora de una publicación de alcance nacional. Ahora la presencia femenina en las Facultades de Ciencias de Información y en los medios de comunicación se ha generalizado e, incluso, algunas de ellas se encuentran al frente de medios escritos, hablados, audiovisuales o digitales especialmente poderosos. Queda mucho camino por recorrer en distintos sectores de la vida española, pero habrá que convenir que es mucho lo que se ha conseguido. Basta con extenderla mirada sobre el Congreso de los Diputados o el Consejo de Ministros para comprobarlo. El paso de la mujer que se abre paso es un hecho incontrovertible en la vida española, incluso en el complejo mundo empresarial y financiero.

Pertenezco a una familia de la clase media española, formada por la madre, el padre, tres hermanos y una hermana. Ella, María Clotilde, era la mejor de los cuatro hermanos, la más inteligente, la más responsable, la más trabajadora, la más sensible, la más eficaz, pero recuerdo que, en la dictadura de Franco, no podía tener un pasaporte. Tampoco una cuenta corriente y un talonario de cheques. Estaba mal visto que fuera a la Universidad y también que trabajara. El papel de la mujer en el franquismo se reducía a ser ama de casa, cocinar, limpiar, fregar, planchar y parir. No es necesario remontarse a la Edad Media para contemplar recientes panoramas desoladores. Lo que afirmo lo han vivido las mujeres y los hombres de mi generación.

Mi hermana supo desembarazarse de la presión social, hizo una oposición al Instituto Nacional de Industria y la ganó. Se casó y tuvo un hijo al que adoraba. Trabajó de forma incansable y murió prematuramente de una larga enfermedad. Con puestos de relieve yo en el ABC verdadero, la llamaba siempre que tenía una duda. Se acordaba de todo. Nunca presumía de nada. Nunca pedía nada. La invité a Oviedo para que asistiera al acto en el que Don Felipe me entregó el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Durante la recepción se situó en un segundo plano para no molestar. La tuve que buscar para abrazarla y recuerdo ese abrazo como uno de los que con mayor sentimiento he dado a lo largo de mi vida personal. Estaré siempre, en fin, al lado del feminismo constructivo. Me parece que es la gran conquista social del siglo XX. Y será también así durante el XXI. “Dios creó, pues, al hombre a su imagen, conforme a la imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra”, se lee en el Génesis.