En un admirable artículo, escrito con el corazón desde la verdad histórica, Catalina Luca de Tena, bisnieta del fundador de ABC, escribe: “Con toda seguridad, la integridad, el rigor y la firmeza se volverán a buscar y premiar en un mundo y en una España cada vez más necesitados de referencias éticas, morales, políticas y culturales. Valores todos ellos para nosotros innegociables. Nunca podremos asumir decisiones no compartidas y por ello considero mi deber comunicar en esta Tercera de ABC, la tribuna más celebrada y el espacio estelar del diario, mi despedida como presidenta de ABC”. Se cerraban con esas palabras 117 años de presencia luminar de la familia Luca de Tena en ABC, con el fundador Torcuato Luca de Tena, su hijo, Juan Ignacio, sus nietos Torcuato y Guillermo y su bisnieta Catalina.
Catalina Luca de Tena, en fin, sellaba, con el señorío que caracterizó siempre al periódico, toda una época pues conviene no olvidar que el informe estadounidense Merrill situó al ABC en el puesto décimo entre los cien grandes diarios de la historia del periodismo universal. Los nuevos rectores del periódico, con todo el derecho que corresponde a la propiedad, están haciendo el diario que consideran conveniente.
Rafael Pérez Escolar, abogado ilustre, hombre de alta calidad intelectual, fue destacado colaborador de Guillermo Luca de Tena en una época especialmente difícil para el periódico. En su libro Memorias, página 135, escribe: “...persistía un inminente peligro a consecuencia de las cargas hipotecarias constituidas a favor de los bancos, especialmente el Español de Crédito y el Central, que amenazaban un día sí y otro también con promover la ejecución. Para buscar la solución a tan grave problema, Luis María Anson por su lado y yo por el mío nos entrevistamos con los banqueros más relevantes. Él lo hizo con Alfonso Escámez y José Ángel Sánchez Asiaín; yo planteé la cuestión a Pablo Garnica y Emilio Botín. Todos sin excepción mostraron algo más que un explicable recelo sobre la escasa capacidad de Guillermo Luca de Tena como gestor empresarial, por lo que, también sin excepción, propusieron una fórmula que muy probablemente ya habían convenido entre sí: Luis María Anson y yo tomaríamos a nuestro nombre la mayoría del capital social de Prensa Española para desplazar de la empresa a los Luca de Tena y nombrar sin pérdida de tiempo un gerente de nuestra confianza, en cuyo caso los bancos estarían dispuestos a otorgar la financiación que requiriese el relanzamiento del periódico. Nuevamente en el restaurante El Bodegón, Luis María y yo cambiamos impresiones sobre lo que nos habían dicho los banqueros, y al unísono acordamos rechazar la propuesta, aunque sin dar cuenta a Guillermo de lo sucedido, dada la fragilidad de su carácter, para no acentuar la depresión y el desconcierto que le aquejaban. Aquella noche, por tanto, se decidió la subsistencia de la familia Luca de Tena en Prensa Española. Procedía en cambio, así lo convinimos también, apoyar incondicionalmente a Guillermo para llevar a efecto una serie de actuaciones que nos parecían de todo punto necesarias: pedir una moratoria y la quita de los altos intereses que devengaban los préstamos bancarios, y requerir a los empresarios más cualificados del país para que prestasen su ayuda económica al ABC, habida cuenta, como yo señalé en uno de los actos celebrado a tal fin, de que se trataba de una institución cuya vigencia constituía una obligación moral para todos los reunidos”.
Hasta aquí lo que escribió Rafael Pérez Escolar, publicado cuando vivía Guillermo Luca de Tena, y que es, punto por punto, la verdad exacta. Al renunciar a ser propietarios de ABC –como querían Alfonso Escámez, Emilio Botín, Pablo Garnica y Sánchez Asiaín– Pérez Escolar y yo hicimos lo correcto. Ni me arrepiento ni me he arrepentido nunca de aquella decisión, si bien a la vista de los últimos acontecimientos habría que preguntarse: ¿Tenían razón los cuatro grandes de la Banca?