Blecua padre fue máximo conocedor de la obra de Francisco de Quevedo, al que estudió de forma científica y profunda. A mi manera de ver, sin embargo, no acertó al establecer una concordancia entre el inicial verso del primer terceto y el primer verso del segundo terceto, en el soneto Amor constante más allá de la muerte, que para muchos se encuentra entre los diez mejores que se han escrito en la lengua de Cervantes y Pablo Neruda, de San Juan de la Cruz y Rubén Darío.
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Para Blecua, el “alma a quien todo un Dios prisión ha sido” del primer terceto, exige en el segundo el singular: “será ceniza mas tendrá sentido”. Sin embargo, Quevedo utiliza el pronombre personal o el adjetivo posesivo cuatro veces en el soneto: “mis ojos”, “me llevare”, “alma mía”, “mi llama”. Parece claro que habría escrito “mi cuerpo” en el segundo terceto si se hubiera referido a su propio cuerpo, al cuerpo de Quevedo. El gran clásico no alude a su cuerpo sino al cuerpo de la amada. El “acuérdate hombre que polvo eres y en polvo te convertirás”, le hace reflexionar al autor de Vida del Buscón llamado Don Pablos para expresarse luego con máxima belleza literaria. El hombre Quevedo, su alma, sus venas, sus médulas, al morirse, “dejarán” el cuerpo de la amada, “no su cuidado, serán ceniza mas tendrá sentido, polvo serán mas polvo enamorado”. Después de la muerte, el amante seguirá enamorado de la amada. Débil es el argumento de que el alma no se puede incluir en el polvo enamorado. Claro que se puede y eso hace bellísima la metáfora literaria. El cristiano “acuérdate hombre de que polvo eres y en polvo te convertirás” me parece inequívoco.
Fernando Lázaro Carreter defendía el plural en el segundo terceto, como Pere Gimferrer, futuro Premio Nobel de Literatura en catalán. En una cena en Madrid con Octavio Paz y Luis Rosales, surgió el tema y el gran poeta, el profundo intelectual mexicano, no tenía la menor duda de lo que escribió Quevedo. Además, en la edición póstuma de 1648, corregida anteriormente por el autor del soneto, y encomendada al cuidado de José Antonio González de Salas, se utiliza el plural y a esa versión se suma Santiago Fernández Mosquera en la revista La Perinola.
Y sobre todo Pablo Neruda. Todos los que tuvimos la fortuna de conocer al poeta chileno sabemos de su rigor en el análisis de la poesía. Fue un crítico justo pero implacable. Conocía hasta la tercera fila de los poetas españoles del siglo XX. Asombroso. En su ensayo Viaje al corazón de Quevedo, reproduce íntegro el soneto Amor constante más allá de la muerte. Con el plural. Cierra además este escrito Pablo Neruda citando de nuevo el segundo terceto, también con el plural, que explica el poema inmenso, al que tantas horas dedicó el autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada: “su cuerpo dejarán, no su cuidado; serán ceniza mas tendrá sentido; polvo serán mas polvo enamorado”. Para Pablo Neruda, este soneto “es la única flecha, el único taladro que hasta hoy ha horadado la muerte, tirando una espiral de juego a las tinieblas”.