La literatura es la expresión de la belleza por medio de la palabra y produce en el lector un placer puro, inmediato y desinteresado. Así ocurre en los diversos géneros literarios, con las lógicas diferencias: poesía, novela, dramaturgia, ensayo, filosofía, teología, periodismo, oratoria…
El periodismo está considerado a la vez como una ciencia de la información y un género literario. Vertebró el entero siglo XX y es predominante en el siglo XXI, si bien es cierto que la basura ha convertido en estercoleros a algunos medios de comunicación impresos, hablados, audiovisuales y digitales. En la crónica, el artículo, la necrológica, el editorial, incluso en los titulares, el periodismo ha suscitado las más varias y profundas emociones en todos los países del mundo. Se recuerda siempre aquel titular del Times, cuando el temporal cerró a la navegación el canal de la Mancha: “El Continente aislado”. Con desigual fortuna, una buena parte de los premios Nobel de Literatura han cultivado el periodismo. Entre ellos destacan los tres últimos en español: Octavio Paz, Camilo José Cela y Mario Vargas Llosa.
Pero hay un Premio Nobel que hizo una excepcional obra periodística y que está considerado, además, como la primera inteligencia del siglo XX: Winston Churchill. Políticamente tuvo dos momentos estelares: en 1940 cuando se negó a pactar con el dictador Adolf Hitler y repartirse con él el mundo; y en 1946, hace ahora 75 años, cuando pronunció su discurso sobre el telón de acero, rechazando el totalitarismo de Stalin. Aquel discurso clave para la Guerra Fría lo pronunció Churchill en el Westminster College, Fulton, Missouri, el 5 de marzo de 1946. “Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático –afirmó el político y escritor británico– ha caído sobre el continente el telón de acero. Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa central y oriental. Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía, todas estas famosas ciudades y sus poblaciones y los países entorno a ellas se encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética y todos ellos están sometidos, de una manera u otra, no solo a la influencia soviética, sino a una altísima y, en muchos casos, creciente medida de control por parte de Moscú…”. La lucidez de Churchill, su tenacidad y su firmeza impidieron la extensión del comunismo soviético, tiranía que se desmoronó con estrépito cuando cayó el muro de Berlín.
Suele olvidarse que, antes que nada, Winston Churchill fue un gran periodista. Escribió con gran belleza literaria en un cuidado lenguaje periodístico. Sus crónicas en las postrimerías del siglo XIX son erizantes. Al cumplir los 21 años pudo encontrar la muerte en Cuba, al quedar expuesto al fuego cruento entre los rebeldes y las tropas españolas. Escribió el que sería primer ministro para varios de los mejores periódicos británicos y sus crónicas sobre la guerra entre los ingleses y los bóeres se estudian en las facultades de Ciencias de la Información de todo el ancho mundo, en especial cuando escapó de una encerrona a través de Mozambique. En varios libros Churchill recogió sus crónicas de guerra y sus experiencias en Cuba, la India, Sudán y Sudáfrica, London to Ladysmith via Pretoria, Ian Hamilton’s March, The River War, The World Crisis, Malakand Field Force. Sus crónicas como corresponsal de guerra, unidas a sus impresionantes Memorias y sus obras históricas sobre la II Guerra Mundial y sobre los pueblos anglohablantes, le alzaron con el Premio Nobel de Literatura en 1953. El articulista Churchill, el corresponsal de guerra, el orador que arrollaba, se convertiría en el primer periodista que ganaba con toda justicia, a pesar de tantos críticos dispares, el Premio Nobel de Literatura.