El Cavia es el toisón de oro de los premios periodísticos. Durante cien años los nombres más destacados del periodismo, de la literatura, han desfilado por la impresionante relación de los premiados. En la época en que dirigí el ABC verdadero, tres escritores, que fueron Premio Nobel, ganaron el Cavia: Octavio Paz, Camilo José Cela y Mario Vargas Llosa. Anteriormente lo había hecho Jacinto Benavente. Novelistas, poetas, periodistas, dramaturgos, guionistas, científicos, ensayistas, filósofos, han recibido ese toisón de oro del premio periodístico que lleva el nombre de Mariano de Cavia.
En un discurso, divinamente escrito, el Rey Felipe VI dijo este año en la casa de ABC que “el periodismo está inmerso en un claro proceso de transformación. El teletrabajo, la educación en línea o el comercio electrónico están ya muy presentes, pero resultaría difícil determinar su futura evolución”.
Esa futura evolución a la que el Rey se refería queda explicitada en el excelente libro Periodismo 2030 (Almuzara), en el que un racimo muy bien seleccionado de pensadores y periodistas analizan la situación de la profesión en una sociedad nueva, porque tras la Edad Antigua, la Edad Media, la Edad Moderna y la Edad Contemporánea, estamos ya viviendo en la Edad Digital, que ha modificado sustancialmente la vida social, política y cultural del mundo. Fernando Jáuregui, uno de los nombres grandes del periodismo actual, con la colaboración de Sergio Martín, ha coordinado este libro volcado en la comunicación digital y anticipador del próximo futuro. Políticos y estudiantes de periodismo no deben perderse la lectura de este libro esclarecedor. En él se da respuesta inteligente y documentada a las incógnitas expuestas por el Rey en su discurso en la casa de ABC, periódico que, por cierto, cuenta ahora con un excelente director, Julián Quirós.
El periodismo permanecerá, según el Rey Felipe VI, “al servicio de una sociedad en la que son referentes irrenunciables el pluralismo, la libre expresión de ideas y los valores que a todos conciernen”. Los periodistas, los hacedores de periódicos impresos, hablados, audiovisuales o digitales contribuyen “al espíritu crítico de una sociedad que reconozca en el respeto a la libertad de información, a la libertad de expresión y a los principios y valores constitucionales que fundamentan nuestras leyes, las bases sólidas sobre las que se sustenta nuestra democracia”.
Ciertamente ha crecido en los últimos años el periodismo del insulto y la insidia, sobre todo en la pequeña pantalla. Pero esa realidad no hay que combatirla con la prohibición sino con la introducción en el mercado informativo de la seriedad, el respeto y la noticia contrastada, todo ello al servicio de la verdad, que es la que nos hace libres. A la tentación política de prohibir hay que responder con el mensaje renovado de la verdad contrastada. Lo demás nos conduciría a fórmulas totalitarias del todo rechazables. “El periodista es el tenaz examinador, el observador con criterio, el redactor ilusionado en la noticia que vuela, el articulista aspirante a la excelencia”.
“Porque siempre necesitaremos –concluyó Felipe VI– grandes periodistas entregados a la búsqueda de la verdad y profesionales de la información que articulen y divulguen constructivamente su opinión o la de otros”.