Se podrá coincidir o se podrá discrepar de lo que afirma Paul Preston en sus biografías Franco Caudillo de España; Juan Carlos: el Rey de un pueblo y El zorro rojo: la vida de Santiago Carrillo, o en algunos de sus libros como Las tres Españas o El holocausto español, pero si se quiere tener una idea cabal de lo ocurrido en nuestra nación durante el último siglo, la lectura de Paul Preston es obligada.
En su nuevo ensayo, Arquitectura del terror (Debate), el gran historiador británico desmonta uno de los mitos más reiterados, con el que se manipuló y falseó la Historia contemporánea de España: la conspiración judeomasónica. Con un arsenal de datos, Preston desbarata y demuestra las falsedades del antijudeomasonismo. Y lo hace a través de siete breves biografías: Mauricio Carlavilla, el policía; Joan Tusquets, el sacerdote; José María Pemán, el poeta; Gonzalo de Aguilera, el mensajero; Emilio Mola, el asesino del Norte; Gonzalo Queipo de Llano, el psicópata del Sur y Luis Carrero Blanco, la guerra interminable.
Paul Preston da a la revista Acción Española el relieve que tuvo como inspiradora de la cimentación ideológica del alzamiento armado. También a “Los protocolos de los sabios de Sion”, porque es el texto con que se justificó la desmesura de la campaña antimasónica urdida por el dictador Franco para descalificar a sus enemigos y a los que contra él conspiraban como Pedro Sainz Rodríguez.
He leído con especial interés las andanzas de Mauricio Carlavilla que en septiembre de 1962 me llevó ante el Tribunal de Orden Público, presidido por Mariscal de Gante, acusándome de injurias al Jefe del Estado, lo que descargaba sobre mí la amenaza de seis años de cárcel. Adolfo Suárez, que era un político falangista sin relieve en aquella época, se portó de maravilla conmigo y me ayudó, junto a Martín Calderín, a sortear el lance.
Al hablar sobre Carrero y su guerra cristiana contra el judaísmo y la masonería, recoge Preston una cita de Ernesto Giménez Caballero que descubre hasta qué punto se encendía en aquella España el incienso de la adulación al dictador: “Franco –escribió– no tiene sable. Solo se le ve en el bolsillo de la guerrera una pequeña varita negra y plateada. He aquí su bastón de mando, su vara mágica. Su porra, su falo incomparable”.
Preston recuerda que Queipo de Llano fue enterrado, vestido de penitente de la Macarena. “Mentiroso, traidor, asesino, no hay motivo para sospechar que se arrepentiría si hiciera penitencia de alguno de sus actos”. A Mola le crucifica, reproduciendo la conocida frase de Hitler: “La verdadera tragedia para España fue la muerte de Mola; allí estaba el verdadero cerebro, el verdadero líder. Franco se coló en la Historia como Pilatos en el Credo”. El prestigioso historiador británico llama a Mola el asesino del Norte y aporta datos considerables que le hacen responsable indirecto de más de 40.000 asesinatos de civiles.
Discrepo de fondo del relato de Paul Preston sobre José María Pemán. Reconoce que, ya en la democracia, “recibió del rey Juan Carlos la que se considera la más insigne condecoración del mundo, la Orden del Toisón de Oro”; que presidió el Consejo Privado de Don Juan en el exilio; que defendió contra Franco una Monarquía parlamentaria como la danesa o la noruega. Pero Preston se recrea en la actividad de Pemán durante la guerra incivil y también durante la inmediata posguerra cuando el gran escritor, primer articulista español del siglo XX al decir de Umbral, terminó recalando en una inequívoca posición liberal y ayudó a destacados intelectuales de la izquierda española, entre ellos a Rafael Alberti, a Alfonso Sastre, a Buero Vallejo…
Un libro, en todo caso, el de Paul Preston, imprescindible para el conocimiento objetivo de la reciente Historia de España con la desmitificación de la conspiración judeomasónica con la que Franco nos agobió durante largos años.