En Vieille Fontaine, la casa de la Reina Victoria Eugenia en Lausana, tuve la suerte de escuchar durante un almuerzo a Charlie Chaplin. Creía el genio del cine, uno de los nombres cimeros del siglo XX, que los efectos especiales y la tecnología habían emborronado la esencia cinematográfica, que brilló en el cine mudo.

Mantuve luego conversaciones largas con Luis Buñuel, Luis García Berlanga y Juan Antonio Bardem que, por cierto, filmó una escena de su última película, Resultado final, en mi despacho del ABC verdadero.

Me deslumbró siempre la inteligencia, la sensibilidad y el sentido del humor de Manolo Summers, prematuramente desaparecido. Berlanga era a veces desconcertarte con aquella mujer bellísima e inteligente con la que tuvo la suerte de estar casado. He escuchado con atención a otros destacados directores. Cuando Tomás Cuesta me trajo a cenar en ABC a un Pedro Almodóvar que estaba empezando, “vamos a apostar por él –le dije a mi compañero–, es un genio”.

Resulta muy grato para mí dejar constancia aquí de la nueva realidad del cine independiente

El cine de vanguardia, que tanto interesó a los más exigentes de mi generación, ha desaparecido, reemplazado por el cine independiente. Directores sagaces alineados en la expresión cinematográfica como arte mayor, se esfuerzan en toda Europa, también en América, por mantener la calidad artística, en medio del tsunami del cine comercial que todo lo arrolla.

En esta revista se publicó hace unas semanas un reportaje revelador sobre Javier Macipe e Isaki Lacuesta que han reescrito el biopic musical en Segundo premio y La estrella azul. “Siento que en estas dos películas –ha dicho Macipe– está el disfrute de hacer cine, esa vitalidad. No se ciñen a los hechos, sino que apuestan por meterse en la cabeza del otro”. Lacuesta añade: “Los Planetas habían aceptado hacer una película, pero la premisa era que hiciéramos lo que hiciéramos no les iba a gustar”.

Me habían hablado del éxito de On the Go, una erizante película del cine independiente, así es que acudí a verla. Está dirigida, de forma audaz y exigente, por Julia de Castro y María Gisèle Royo. Filmada en celuloide en 16 mm, el inolvidado Julián Marías la habría silvado entre las obras de arte.

Interpretada por la propia Julia de Castro, Chacha Huang y el conocido actor de Netflix Omar Ayuso, sobreactuado en algunos pasajes, la dirección certera, la calidad de la imagen, el juego de las luces, el tempo de las escenas, la independencia intelectual, el justo ritmo de la acción y el aliento joven que todo lo impregna, hacen de On the Go un filme bello e interesante. Sobre el robo de un coche se desarrolla un argumento inquietante que pone un espejo delante de la sociedad actual.

No me extraña el éxito alcanzado por esta película en Ámsterdam, en Buenos Aires, en Niza, en Taiwán… Ni los premios con que ha sido galardonada en los Festivales de Sevilla y Gijón, en Locarno Official Selective, alzándose también con el premio del Jurado de Chéries-Chéris en París.

Paso, en fin, al nuevo cine independiente. En él se vislumbra el futuro de un arte que ha vertebrado culturalmente el siglo XX y que la televisión, al menos en parte, ha desorbitado y descompuesto. Directoras como Julia de Castro y María Giséle Roy se han ganado la atención de los expertos y el aplauso del público.

Resulta muy grato para mí dejar constancia aquí de la nueva realidad del cine independiente. Incluso Luis Buñuel, que, en la última conversación que mantuve con él, afirmó: “No hay otra dignidad que la nada. Viva el olvido”, estaría de acuerdo con que los medios de comunicación y el periodismo constructivo estimularan el nuevo cine independiente.