¿Quién no tiene un amigo que se ha dado un porrazo contra una farola mientras andaba y escribía un Whatsapp? ¿O se ha caído a una zanja de una obra? El cerebro es un órgano muy plástico, capaz de adaptarse con bastante facilidad a nuevas circunstancias y hábitos y según los expertos, el homo sapiens, en su constante evolución, ya ha adaptado sus andares a la tecnología.
El estudio publicado por Plos One apunta a que los seres humanos ya somos capaces de andar, mirar o escribir algo en nuestro teléfono y esquivar obstáculos como si fuéramos Neo en un paseo por Matrix. La plasticidad del cerebro es asombrosa, podríamos hacer maravillas con ella. Como por ejemplo subir un selfie a Instagram.
Según el estudio, quienes caminan y envían mensajes a la vez disminuyen la longitud del paso y disminuyen su frecuencia, en pocas palabras van más lentos (¿en serio hacía falta un estudio científico para esto?), así que si te habías emocionado y ya tenías en mente hacer parkour mientras te mensajeabas con una de Tinder, mejor ve desistiendo, porque el estudio también concluyó que quien escribe mientras anda es más propenso a perder el equilibrio. Increíble, oye.
Ni Darwin ni Stan Lee pudieron imaginar esto
Con todo, ya somos capaces de esquivar obstáculos y mirar el smartphone a la vez.Pero no ha sido lo único que ha evolucionado gracias al smartphone. En X-men unos nuevos genes iniciaban un nuevo salto en la evolución humana, en la realidad -siempre mucho menos glamourosa- el salto evolutivo lo ha causado un teléfono. Yeah.
Criticar. El ser humano siempre ha sido espectacularmente lúcido a la hora de criticar otros seres humanos y en el salto evolutivo no íbamos a dejarlo atrás. Antes, para criticar algo de alguien -llamemos a nuestro no tan imaginario sujeto Miguel- teníamos que verle hacer algo, luego reunirnos con nuestros rajadores amigos y tirar con bala.
Ahora puedes estar sentado en el trono, ver una publicación de Miguel en Facebook o en Twitter, hacer una captura y enviarlo al grupo de odio. Criticar, criticar en cualquier momento. La tecnología nos hizo libres, y Miguel ni lo sabe.
Whatsappeando: días del futuro pasado
El salto evolutivo también nos ha convertido en una suerte de telépatas, como se puedo ver a la hora de compartir mesa en un restaurante o bar. Antes quienes quedaban para comer o tomar algo se veían obligados a hablar entre ellos interactuar, articular palabras e incluso ¡mirarse a los ojos!
Ahora no hace falta, porque, total, todo lo que tenías que contar a tu interlocutor ya se lo has contado antes por Whatsapp, así que puedes dedicarte a chatear con el que has quedado mañana, para así, durante ese encuentro, hablar con el de pasado mañana, y así sucesivamente. El Whatsapp nos permite adelantarnos al futuro. ¿Y quién no ha recibido un Whatsapp de una persona que está justo enfrente, eh?
Evolución de lo más importante
Y llegamos al momento clave del día, el momento, la visita al señor Roca. En este caso es el segundo gran salto evolutivo, el primero iniciado por la imprenta de Guttemberg -no, en serio, que algún arqueólogo me explique cómo se hacía antes-.
Hasta hace unos años, una revista era la distracción favorita mientras nos sentábamos a expulsar nuestros problemas de vida interior, pero se trata de algo muy limitado comparado con el poder de un smartphone: ahora podemos hacernos selfies en el mejor momento del día o contestar muy serios a correos muy importantes cuyo destinatario nos imaginará encorbatados y sentados en un despacho.
¿La selección natural? ¡Ay, Charles Darwin! ¡Ay, Alfred Russel Wallace! ¡Qué perdidos estabais con el rollo ese de la supervivencia del más apto! Ni mutaciones genéticas ni picaduras de arañas radioactivas ni duchas en rayos gamma, aquí el único salto evolutivo lo ha causado un smartphone.