Siempre estamos hablando sobre componentes a la hora de comparar teléfonos, ¿pero estas ya típicas guerras de componentes sirven para algo, o sólo es algo en lo que nos fijamos cuatro gatos a la hora de comprar?
Cada vez que se presenta un dispositivo, una de las cosas que más se discuten es esa hoja de especificaciones: de cuantas pulgadas es la pantalla que nos muestra su contenido, qué procesador compone el corazón que le da poder, cuanta memoria RAM dispone para abrir unas cuantas aplicaciones, de cuanto tamaño es la batería que lo mantiene alejado de los enchufes…
Sin embargo, y pensando en el mercado, a la gran mayoría de los usuarios les da igual todo esto. Lo único que importa es que funcione, que no de fallos, que les de lo que necesiten cuando lo necesitan. Somos una minoría la que nos fijamos tanto en la hoja técnica, y la que nos dedicamos a compararla contra el resto de dispositivos. Y en realidad, ¿deberíamos importarnos algo más que la experiencia de usuario, esas guerras de componentes entre smartphones de verdad importan?
2015: Un año de transición
Por ejemplo, este año estamos en una época de transición: hemos llegado a los 4GB de RAM junto al DDR4, las pantallas ya son 2K e incluso nos encontramos con modelos 4K, las líneas de procesadores siguen evolucionando a buen ritmo… cada vez contamos con mejores especificaciones, ¿pero de verdad necesitamos lo último de lo último en nuestro bolsillo?
¿De verdad importa tanto que tu procesador sea un Snapdragon 805 o un 808, de verdad dejarías de comprar un smartphone porque tenga 3GB en vez de 4GB de RAM? No parecen cosas muy determinantes para estar hablando de la experiencia de usuario, ¿por qué seguimos tomándolas como algo tan importante y creando guerras de ellas, cuando es algo que muy pocos llegan a tener en cuenta?
El mejor ejemplo de todo esto lo tenemos en Motorola, quienes se han ganado una enorme fama con la gama G: dispositivos de gama media en los que el tiempo invertido en el software hace maravillas, teléfonos en un mercado lleno de contrincantes que se han conseguido abrir un hueco a pulso. Como Motorola, otros tantos fabricantes han querido demostrarnos que las especificaciones no lo son todo, que otros detalles como la atención al cliente también son muy determinantes a la hora de la verdad. Y no, con Marshmallow Motorola no ha cumplido.
Lo realmente determinante
Antes las especificaciones sí eran más determinantes, cuando Android no estaba tan optimizado como lo está ahora. Pero ahora mismo, teniendo en cuenta que muchos llevan una hoja técnica casi calcada respecto a la competencia, y que Google hace un buen trabajo en el apartado del software, quizás deberíamos empezar a fijarnos en otras cosas. Anda que no había usuarios de marcas cabreados al dejar tirados sus dispositivos punteros en el lanzamiento de una nueva versión de Android, o que el dispositivo funcionara mal al estrenarse, o con una actualización mal hecha.
Y con todo esto no estoy diciendo que las especificaciones no sean nada importantes: siguen teniendo su peso para conseguir esa ansiada experiencia de uso satisfactoria, pero deberíamos dejar de mirarlas con lupa y hacer que compitan contra el resto, o decir que un dispositivo es un fracaso porque no tiene las especificaciones que esperábamos que tuviera en un principio por hype.
¿Por qué no les pedimos a las marcas más actualizaciones y mejores experiencias de uso, en vez de alimentar esta carrera por tener más núcleos y más gigas de memoria RAM? Deberíamos dejar que fuese la experiencia de usuario la que más dijera sobre el terminal que tenemos en las manos, no cuatro datos mal apuntados en una hoja técnica.