El smartphone es un aparato que nos hace la vida mucho más fácil. ¿Que tenemos que ir a algún sitio y no queremos ir en metro? Pedimos un Uber. ¿Tenemos hambre y no queremos cocinar? Abrimos JustEat. ¿Queremos fo una conexión significativa? Vamos a Tinder. Sin embargo hay situaciones en las que desearías no tener móvil.
No son muchas, en realidad son bastante pocas, pero son tremendamente molestas, como aquella vez que me vi envuelto en un secuestro con rehenes, pero eso es otra historia. Pero sí, todos hemos deseado alguna vez volver a esa era más tranquila en la que vivíamos en cuevas y la gran novedad era una cosa redonda y otra que quemaba.
En nuestra vida cotidiana nos vemos envueltos centenares de veces en situaciones en las que desearíamos no tener móvil. Pero lo tenemos.
Whatsapp cuando estás viendo el final de una serie
Todos lo hemos vivido. Estás viendo el final de una serie en la que has invertido horas y horas viendo los varios millones de capítulos, los personajes ya son casi como miembros de tu familia. Y en el momento crucial, en la escena que lo decide todo, en el punto más alto del clímax… ¡BOING, BOING, BOING! Te arrepientes de haberle puesto ese tono a Whatsapp. Sí, el Boing parecía gracioso, pero ahora, cada vez que pienses en esa serie sonará en tu cabeza ¡BOING, BOING!
Vacaciones y torrente de mails
Esta es un clásico. Tienes dos semanas de vacaciones, dispuesto a desconectar por completo del trabajo. Pero entonces ahí está tu smartphone recordándotelo todo. Un torrente de correos, y el grupo de Whatsapp del trabajo está ahí, acumulando mensajes sin leer y visible cada vez que entras en la aplicación. Y sí, sabemos que es un cementerio, pero será en vacaciones cuando alguien te escriba por algún motivo laboral a través de Google+.
El hechizo roto
Los smartphones nos han dado la posibilidad de estar permanentemente conectados, con toda la información que nos da Internet a una sola pulsación de la pantalla. Por eso, cuando te gusta una persona, cuando empiezas a notar mariposillas revoloteando por el estómago cada vez que piensas en él o ella, es imposible no lanzarte a cotillear sus redes sociales. Y entonces descubres que publica frases que Nelson Mandela nunca dijo, que no para de postear frases pseudo-trascendentales new age y que tuitea sobre Gran Hermano #poniéndole #hashtags #a #todo. ¿Te acuerdas de las mariposas del estómago? Pues le has dado un lingotazo a un bote de insecticida.
Cuando tienes un trasto del que no te quieres deshacer
Lo sabes. Lleva años en el armario, acumulando polvo. Pero no te quieres deshacer de ese trasto. Esa vieja Nintendo 64 te que te dio grandes tardes de GoldenEye, Zelda y Mario Kart. No lo usas, pero en cierta manera forma parte de ti, de tu ser. Y entonces llega tu novia. Que a ver por qué no quitas eso de ahí, que ocupa espacio, que nunca lo usas y que ya eres mayorcito. Que lo vendas por Wallapop, que seguro que hay algún friki que lo quiere. «¡Súbelo, súbelo», te dice como si estuviera poseída por el anuncio de televisión. Y nada, lo subes. Y lo vendes. Y una parte del niño que hay en ti muere.
Cuando quieres irte a dormir pero Twitter está on fire
Dormir es importante, todos los médicos lo dicen. Al menos unas siete horas. Y lo intentas cumplir, que si no se te queja Google Fit. Son las once y media, hora de meterte en la cama, apagar la luz y dormir como un lirón. ¿Inconveniente? Twitter está teniendo una de esas noches de gloria. Una de esas noches en el que todo el ingenio de Internet se pone al servicio de tu risa, esas noches que sólo son posibles cuando un político nos regala una gran metedura de pata, o cuando el Real Madrid alinea a Cheryshev cuando no debe. Y claro, tú quieres dormir, pero aquello es un no parar de memes, un no parar de tuits a cada cual más glorioso. Has apagado el ordenador y la tablet, pero el smartphone está ahí, en la mesita, con la alarma preparada… venga, un meme más. Pero son las once y media y es hora de… espera ¿qué? ¿las tres de la mañana? Y ya te duele el despertador.
Bonus track: aquella vez que me vi envuelto en un secuestro con rehenes
¿Alguna vez te has visto envuelto en un secuestro de rehenes y se te ha olvidado de entregarles a los muy amables secuestradores tu teléfono? Cosas de los nervios, uno ya es despistado, imaginad con una Glock 17 semiautomática apuntándote a la cara. Y claro, luego, en plena negociación entre los secuestradores y la policía suena tu ¡BOING, BOING! Claro los secuestradores no se lo tomaron muy bien. Y encima era el tío que me compró la PlayStation por Wallapop, que me había escrito por Google+. Que muy guapo el Final Fantasy VII. Cuando el secuestrador me apuntó con aquella recortada me imaginé el festival de Twitter por el titular «Muerto por una notificación de Google+». ¡Ya decía mi abuela que Google+ era un cementerio! No, en serio, se me pasaron todos los tuits new age de aquella chica por los ojos en segundos.