Que la tecnología móvil ha cambiado todo el panorama social es algo innegable. Pero la tecnología ha llegado ya a límites insospechados: si quieres estar localizable, necesitas tu móvil obligatoriamente. ¿Qué será lo próximo?
Hoy ha ocurrido algo curioso. Un compañero ha llegado tarde a su trabajo y ha estado toda la mañana sin dar señales de vida. Revisamos sus redes sociales como Twitter, y no tuiteó nada. Otros compañeros, preocupados, le llamaron sin obtener respuesta. Tras un lío impresionante, un malestar creciente y un pequeño aviso a ciertas autoridades (no es broma) se supo la verdad: su teléfono se había apagado en mitad de la noche, también presentaba otro tipo de fallos. Todos respiramos tranquilos, pero mi cabeza empezó a elucubrar.
Aunque soy joven, he vivido la época pre-Android. Es decir, sé que había antes de todo el «boom» tecnológico que ha supuesto la telefonía móvil y de la influencia que ha supuesto en nuestras vidas. No son pocos los que piensan que antes las cosas eran más sencillas. ¿Querías quedar con alguien? Sólo debías llamar a esa persona. Ahora, con un WhatsApp vas que chutas. Y sobre todo, el hecho de que alguien necesite su móvil para ser localizable… es perturbador. ¿Estamos llegando a un nivel de conexión con la tecnología irreversible?
Estamos llegando demasiado lejos
Una de las cosas que siempre he mantenido respecto a esta revolución tecnológica, es que esta misma tecnología está creando barreras entre nosotros. Ojo, no me toméis por un carca, puesto que soy un fanático de estas lindes y siempre estoy abocado al progreso (si no, no escribiría en EAL). Pero cuando antes sólo necesitabas hacer una llamada, mandar un mensaje o ir a la casa de esa persona para saber como estaba, ahora te basta con un simple WhatsApp, o cualquier red social. E incluso he escuchado la más que probable posibilidad de que los asistentes virtuales acaben siendo la mejor compañía de las personas más adultas. ¿En serio?
Aunque casi siempre nos acerque unos con otros, a veces la tecnología supone una barrera insalvable a los demás
Esto ha creado incluso un clima de estatus social. Si tienes un móvil más caro, presumes más. No sería la primera vez que he llamado la atención de alguien por haber tenido en mis manos un iPhone 5 (en su día) que me regalaron. Estamos alcanzando unas cuotas de involucramiento en los aspectos tecnológicos bastante preocupantes, y la cosa parece aumentar cada día. Que se llegue a la situación de preocupación porque a una persona le falle el teléfono, sería un absoluto disparate en tiempos pasados.
Cada punto de nuestro día a día está siendo influenciado en alguna u otra cosa por nuestro teléfono. Pongo el mejor ejemplo: yo. Dependo de mi teléfono para todo: el trabajo, las amistades, las gestiones… Y no es diferente a todos mis compañeros de El Androide Libre. Sin Trello o Telegram (o los gifs de Chenoa) sería muy complicado traeros toda la actualidad día a día, hasta el punto de que poco sabríamos qué hacer en ese caso. Triste, pero cierto.
Un día anterior al preciso momento en el que estoy escribiendo esta frase, he vivido una situación similar al del ya mencionado compañero. Por culpa de la batería de mi Galaxy S4, me vi perdido, incomunicado y sin posibilidad de explicarles a mis compañeros mi disponibilidad. Viví una auténtica odisea puesto que no tenía forma de buscar a nadie, y gracias a la ayuda de algunos samaritanos pude llegar a mi destino. Algo que, de contármelo, no me lo hubiera creído.
Cuando antes las cosas eran más sencillas
Cuando digo antes no me estoy yendo muy atrás. Aunque los móviles llevan mucho con nosotros, creo personalmente que ha sido el boom de sistemas operativos propios como iOS o Android los que le han otorgado una relevancia mucho mayor a la telefonía actual. El hecho de que nuestros móviles estuvieran más limitados antaño hacía que su uso fuera el justo y el necesario: llamadas, SMS y poco más. El contacto humano era más real.
Cuantas más posibilidades tenga un móvil, más enganchados estaremos a él
Una llamada tenía más peso que ahora. Al igual que con los SMS, las llamadas se han ido desvirtuando con el paso del tiempo. Antes, si recibías una llamada de un amigo significaba algo serio, como una quedada o que se preocupaba por ti. Ahora, con las llamadas VoIP de WhatsApp y demás, han sido relegadas a un mero contacto para hacer toques, o confirmar situaciones. Ya está.
Las personas estábamos menos alejadas unas de otras. No se veía apenas la situación típica actual de encontrarnos con que la persona con la que hemos quedado está más pendiente del WhatsApp o de sus redes que de nosotros. No había distracciones, todo era mucho más cercano. Ahora estamos pendientes del teléfono incluso cuando no es necesario. ¿Cuántas veces habéis desbloqueado vuestro dispositivo y, tras no hacer nada, lo habéis bloqueado de nuevo?
Y es una auténtica pena. Como fiel defensor del progreso tecnológico, de todas sus virtudes, posibilidades y de su capacidad de mejorar nuestra vida, es un gran desperdicio que tanto poder en nuestras manos nos aleje de nuestros seres queridos. Tenemos un tiempo límite, y si lo acabamos tirando por la borda por un exceso uso de nuestro smartphone nos acabaremos olvidando de que lo que tenemos delante es más importante que lo que llena nuestro feed de Twitter.
Precaución al poder
Yo siempre he mantenido una norma: si estoy con gente jamás usaré mi teléfono. Soy lo que se conocería como un hard user de Android, un usuario avanzado, y exprimo al máximo todas sus posibilidades (incluido el root). Y como sabréis de sobra, mi móvil es mi portal al trabajo. Pero ¿por qué? Muchas de mis amistades se han visto afectadas por el uso excesivo de un smartphone. Ver cómo uno de mis mejores amigos ignora completamente a su novia, la cuál ha venido desde muy lejos a verle, no es algo agradable. Y eso se nota en la imagen que tienen los usuarios entre unos y otros.
No sirve de nada entretenerse compartiendo cosas y chateando con gente cuando lo más importante es lo que tienes a tu alrededor. Sí, hay veces que este tipo de vías son las únicas a las que podemos recurrir, pero como una persona con experiencia en este tipo de casos puedo deciros que el exceso de tecnología en las relaciones interpersonales puede ser un serio problema que, cuando os estalle, no tengáis manera de arreglarlo.
Un último consejo antes de ausentarme: no mezcléis una pasión con una obsesión. Muchos de nuestros lectores son grandes fans de la tecnología y en especial de Android. Y aunque eso es algo genial, puesto que me incluyo entre ellos y es una afición como otra cualquiera, hay muchas personas que desgraciadamente la llevan al extremo y acaban derivando en algunas consecuencias no muy queridas para todos.
Sólo pensad en lo que realmente es importante para vosotros y puedo aseguraros de que todo irá a mejor. Porque el que estemos conectados no siempre significa que realmente lo estemos entre nosotros. ¿Qué pensáis vosotros?