La forma en la que hacemos las cosas está fuertemente condicionada por la tecnología. Esto es además más impactante de lo esperado dado que los dispositivos que manejamos cambian a un ritmo mucho mayor que otros.
Lo que ahora hacemos de una manera hace diez años se hacía de otra, y hace veinte o treinta quizás incluso ni se hacía.
Tengo la edad suficiente como para que cualquier cambio tecnológico me coja con fuerzas para investigarlo pero también para recordar la vida antes de los smartphones, con teléfonos de cable y cabinas en las calles.
En aquella época se trabajaba y se disfrutaba con otras herramientas y si bien había ordenadores, obviamente, no eran algo masivo. Fue unos años después cuando casi cada persona tuvo su propio ordenador, sobre todo los más jóvenes. Quizás era un portátil o quizás un sobremesa, quizás eras un tanto geek y usabas Linux o te dedicabas al diseño y usabas Mac.
Sin embargo las cosas cambian y actualmente los ordenadores parecen andar hacia la extinción, aunque con matices.
«¿Para qué quieres un ordenador?»
No tengo muchos primos, pero entre los pocos que tengo hay dos a los que les saco veinte años. Los he visto crecer y tener sus primeros móviles. Les he visto jugar con peluches y con videoconsolas.
Uno de ellos me preguntó hace unos días que por qué me iba a comprar un ordenador. Durante el Black Friday estuve mirando ofertas y en una conversación familiar salió el tema.
Les expliqué que lo necesitaba para trabajar y aunque lo entendieron les sonó extraño. Ellos lo hacen todo con el móvil. Sí, saben usar un ordenador de sobremesa, un sistema operativo más tradicional, pero si pueden, lo evitan.
Como las máquinas de escribir
En esa conversación me di cuenta de que ellos miran a los ordenadores como yo miraba con su edad las máquinas de escribir. Son aparatos algo toscos, que podemos manejar pero que solo lo hacemos cuando no hay más remedio.
Obviamente ahora podemos hacer más cosas con el móvil de las que antes hacíamos con el ordenador y con él más de las que hacíamos con la máquina de escribir, pero la sensación sí es la misma.
A un rincón, el laboral
Mis primos leen directamente desde el móvil y cuando juegan y no es mediante su smartphone es porque han encendido la PlayStation. En su esquema diario no hay hueco para un ordenador y sólo entienden su uso si les obligan en el colegio o si un adulto lo maneja en el trabajo.
Yo, obviamente, uso mucho el móvil y si bien a nivel laboral es el ordenador el dispositivo que manda he de reconocer que incluso en horas de ocio cojo el portátil antes que el móvil. Sigo siendo más rápido en ciertas tareas con el teclado físico que con el móvil.
Todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia
Sin embargo soy consciente de que soy una especie en extinción. Las nuevas generaciones no solo preferirán los smartphones a los ordenadores, sino que sólo cogerán estos últimos cuando no haya más remedio.
Es posible que ellos recuerden a las computadoras, PCs y Macs, como yo recuerdo a las Olivettis, como elementos de un tiempo que no fue el mío, aunque viviera con ellas.