Ícaro trató de volar hacia el Sol con unas alas hechas de cera, que acabaron derretidas por el calor del astro rey, y claro la bofetada que se dio fue tan morrocotuda que se hizo un hueco entre la mitología clásica. Si hubiera que hacer un remake de la historia, Uber podría ser una gran candidata a protagonizar esta historia de ascenso y caída.
Nacida como una start up, creció hasta ser un mastodonte de 40 mil millones de dólares de valoración, y ahora se enfrenta a numerosos problemas legales que le han llevado a cerrar en España, Francia, India y que incluso han dado con dos de sus ejecutivos siendo arrestados.
Uber está pagando caro el precio de ser uno de los primeros negocios nacidos en la era digital que irrumpen de forma disruptiva en un negocio «físico», con lo que cada vez que desembarca con su servicio de transporte en una nueva ciudad se enfrenta a una fuerte resistencia por parte sobre todo del gremio de taxistas, que lo ven como competencia desleal.
Los problemas legales de Uber acorralan a la empresa
Aunque nada justifica la violencia física a la que se ha llegado en ciertos casos, con quema de coches de Uber y agresiones a sus conductores, los taxistas tienen un cierto punto de razón al reclamar que ellos tienen que pagar unas tasas y unas licencias que les hacen imposible competir en precio con la aplicación.
El pasado 9 de diciembre, el Juzgado de lo Mercantil número 2 de Madrid que ordenó el cese y la prohibición nacional de Uber en todo el territorio español, concretamente del servicio Uber Pop, que es el que permitía a los usuarios realizar viajes, porque en Barcelona sigue operando como un servicio de comida a domicilio, Uber Eats.
Además de en España, Uber también ha tenido que cerrar o reducir sus operaciones en Francia, Bélgica y Holanda, y varios estados y ciudades americanas están estudiando tomar medidas contra la compañía. Además, un juzgado de Nueva Delhi obligó a Uber a suspender su servicio después de que un conductor violase a una pasajera.
Convertirte en un gigante puede darte problemas de gigante
Uber se convirtió en la niña mimada de muchos fondos de inversión que llegaron a invertir 1.200 millones de dólares en la start up. Este crecimiento desmesurado parece que llevó a la compañía a inflar su ego un poco por encima de lo aconsejable y tal vez a sentirse intocable. Su negocio tiene un potencial excepcional, eso es evidente, pero también que la base legal sobre la que se sostiene es cuanto menos frágil.
El CEO de Uber en Francia, Thibaud Simphal, y el Directo General de Uber Europa, Pierre-Dimitri, fueron detenidos en Francia acusados de tener un negocio ilegal e incitar al trabajo ilegal, aunque de momento el servicio sigue operando con normalidad, es una muestra más del complicado futuro legal que se le presenta a la compañía.
La empresa ha dado muestras de una gran flexibilidad y de tener una capacidad excepcional para reconvertirse ante la adversidad, como demuestra su servicio UberEATS, con el que reapareció en Barcelona apenas unos meses después de tener que cerrar UberPOP por la sentencia judicial, un servicio que además de ser perfectamente legal funciona magníficamente bien.
Actitudes que denotan un exceso de ego y falta de ética
Sin embargo, Uber haría muy bien de cambiar algunas formas de operar. Hace unos meses Buzzfeed destapó que la compañía había estado investigando periodistas críticos con la compañía, algo que ni mucho menos fue la primera muestra de actitud poco ética, ya que Uber anteriormente había entregado a sus empleados teléfonos desechables y tarjetas de crédito para que pidieran coches de su competencia directa, Lyft, y luego los cancelaran.
Uber ha tomado otras decisiones que difícilmente se contarán entre los mejores momentos de la raza humana, como subir los precios hasta cuatro veces lo habitual durante el secuestro de los rehenes en Sydney, aprovechándose de quienes, por miedo, querían abandonar la zona, o doblar el precio después de que el huracán Sandy golpease Nueva York diezmando seriamente el sistema de transporte público. Oficialmente Uber quería incentivar a sus conductores a trabajar en circunstancias difíciles, pero el resultado es más que dudoso.
No cabe duda que la idea tras Uber es excepcional y tiene un potencial enorme, y todo lo que reduzca el coste del transporte es bienvenido, pero moverse por los márgenes de la Ley siempre tiene sus peligros, y parece que Uber finalmente se los ha encontrado en toda la boca. Es cierto que la aparición de servicios de este tipo probablemente indiquen que debería actualizarse la normativa que regula el negocio de los taxis, y tal vez reducir las tasas y licencias que les cobran, pero que esta esté anticuada en ningún momento da carta blanca para saltártela como si a ti no te afectase, porque al final acabas estrellándote contra la Ley.