El caso 'Almendralejo' puso en perspectiva, para nada positiva, el uso de ciertas apps para transformar a los usuarios en prácticamente lo que quieran. La IA, aparte de ofrecer enormes beneficios a todos los niveles, también está siendo usada malintencionadamente para sobornar a personas, o que formen parte de las estrategias de empresas que usan las fotos de los usuarios para el uso que le quieran dar.
Porque finalmente estas apps no dejan de ser un gancho para atraer a miles de usuarios y éstos, con la satisfacción que significa en redes sociales compartir esa foto retocada por IA, se olvidan de que están dando los permisos para el uso de su rostro o imagen sin saber realmente su fin. Sucede con la app EPIK, que en cuestión de días se ha convertido en viral con el uso de uno de sus filtros para convertir cualquier foto en una de esas en las que uno aparece que se acaba de graduar en la universidad.
El hashtag #YearBookChallenge usado en TikTok ha llevado a millones de descargas de esta app, e incluso celebridades han publicado sus fotos retocadas con miles de gustas recibidos en las distintas redes sociales. El problema de esta app yace en que todas esas miles de fotos subidas a la app permanecen en propiedad de Snow, una empresa surcoreana que cuenta en su haber con distintas aplicaciones y servicios.
De hecho, aparte de ser un servicio que no es gratuito (3,99 euros para tener la imagen en 24 horas o 6,99 euros en dos horas), fuerza la aceptación de sus condiciones de uso y la política de privacidad para el uso de la app. Y se dice forzar porque si no se aceptan estos términos ni se abrirá la app para cerrarse de inmediato. Es aquí donde entra otro dato de importancia que muestra el abogado experto Borja Adsuara en sus declaraciones a El País: la sede central de la app está fuera de la Unión Europea, por lo que es prácticamente imposible que respete la legislación comunitaria sobre la petición de datos.
Justamente la empresa mantiene que usa todas estas fotos para mejorar la app y su experiencia, pero incluso es capaz de recoger datos cuando no se usa la app, y la aceptación de la cesión de los datos a terceros (presente en sus condiciones de uso), en este caso las imágenes de sus rostros, le da permiso para su utilización durante tres años o hasta que el perfil sea cerrado. Incluso aclara que esa información puede compartirla con empresas y organizaciones afiliadas a Snow. Lo que significa que el rostro de cualquiera de los usuarios que han subido una imagen puede aparecer en servicios de terceros sin que se pueda hacer nada al respecto.
El pez que 'paga' por morder el anzuelo
Si esas empresas u organizaciones se fusionasen con otras, se vendieran o hiciesen una transferencia de sus activos, tal como aclara Adsuara, estos datos de los usuarios se convierten en una enorme base de datos de imágenes para el uso que le quieran dar. Y lo importante: estas imágenes están vinculadas a la geolocalización, una información de gran valor para terceros, donde entra de nuevo en juego aquello de que el usuario no ve un peligro directo al dar los derechos totales sobre el uso de sus datos, en este caso su imagen.
Una imagen usada en la app multiplicada por las millones que se han subido en estos días atrás, para cualquier analista, ingeniero datos o firma dedicada a estos menesteres, se transforma en un activo de enorme valor para vender a terceros. Lo curioso y peculiar es que hay que pagar 3,99 o 6,99 euros por ese anzuelo o gancho —que es la imagen transformada totalmente por inteligencia artificial— para presentarse como un negocio redondo: como si el pez que va directo por el señuelo del pescador incluso le pagase a éste por morder el anzuelo.