El coche autónomo de Google es uno de los proyectos más ambiciosos por parte de la gran G. Un coche que se conduce sólo y que Google querría tener en 2020 en las carreteras.
Pero que este proyecto acabe siendo una realidad viable requiere aún mucho trabajo por parte de la compañía, pues es crucial conseguir un sistema lo más seguro e inteligente posible.
El coche autónomo: no todo son autopistas
La carretera es una de las razones por las que muere mucha gente. Quizá proyectos como este ambicioso coche de Google podrían ayudar a que una máquina haga esta tarea por nosotros, pudiendo evitar los errores humanos que pueden llevar a una desgracia (desconcentración, mala conducción…).
Pero no todo son errores humanos. Uno de los aspectos clave es la capacidad de reacción ante impedimentos. Y si algo nos podemos encontrar en la carretera son circunstancias excepcionales ante las cuales tenemos que tomar decisiones casi instantáneas para evitar un posible accidente. Conducir en una autopista, donde no hay ningún tipo de obstáculo y el coche lleva una velocidad prácticamente constante no requiere apenas trabajo por parte del conductor (sea máquina o no).
Pero, ¿qué ocurriría por ejemplo si nos encontramos una vaca (o cualquier otro obstáculo) en mitad de la carretera? Para el conductor humano es natural visualizar el obstáculo y tomar la decisión. Sin embargo, un coche autónomo tendría que saber gestionar todo tipo de obstáculos, sabiendo qué hacer en cada momento. De hecho, dicha máquina podría llevar un aprendizaje automático que le permitiera cada vez resolver mejor estos tipos de problemas, pero en este tema no tener un 100% de pleno puede acabar en desgracia.
Google patenta un sistema de identificación y detección de obstáculos
Para que este coche autónomo se gane la confianza de los conductores, Google ha patentado un sistema para identificar lo que sería una posición de atasco, la cual definen como una circunstancia en la que el coche no puede llegar a su destino final sin saltarse alguna de las normas con las que fue programado.
Para ello, dicha patente habla sobre un centro de asistencia para resolver estas situaciones. De esta forma, cuando el vehículo llegara a uno de estos casos, solicitaría la ayuda del centro enviándole su ubicación así como datos de sus sensores. A continuación, el centro le facilitaría una solución (ya fuera mediante un humano o un sistema) mediante una nueva ruta. Aunque la patente en realidad deja muchas opciones abiertas a saber cómo exactamente funcionaría, pues incluso podría llegar a ser controlado por un pasajero en el coche si llegase a ser necesario.
Pero ahora llega una pregunta clave para Google: ¿obstáculo o atasco? Es decir, el sistema debería saber ser paciente cuando fuera necesario, como por ejemplo puede ser cerca de una escuela cuando los niños están saliendo del colegio. O por ejemplo a la salida de un concierto de música o un evento deportivo (¿os imagináis el atasco de llamadas al centro de asistencia si no se distinguieran dichos casos?). Estos casos serían atascos, pero no sería igual si por ejemplo nos encontramos un coche en doble fila, lo que sería simplemente un obstáculo (tras el cual el coche no podría estar esperando indefinidamente, como quizá sí haría en el atasco). Para ello, Google debe ser capaz de analizar una gran cantidad de datos, de forma que el sistema sea capaz de identificar prácticamente cualquier contexto.
Google debe humanizar su coche del futuro
Todo esto nos lleva a sacar una conclusión clara: el éxito o fracaso del coche autónomo radicará en la humanización del mismo. Es decir, que el coche sea capaz de tomar decisiones lo más humanas posibles ante la gran variedad de impedimentos que podemos encontrar en una carretera será crucial para su éxito.
Aunque quizá por el momento, como punto intermedio, que el conductor pueda tomar las riendas de la situación pueda ser una solución más que factible. El caso es: ¿cómo estará este proyecto para 2020, cuando Google pretendía tener el coche en las carreteras?
Via VozPopuli