El pasado dos de julio entró en vigor en California una ley por la cual todos los terminales que se vendan en el estado deben incluir el llamado kill-switch, es decir, una opción que permita al propietario del terminal ‘autodestruir’ el terminal de forma remota y convertirlo básicamente en un pisapapeles de diseño. ¿Puede el kill-switch acabar con los robos de smartphones?
La ley fue aprobada el 9 de mayo de 2014, y unos días más tarde Minnesota firmó una ley similar. Los fabricantes se han negado a fabricar terminales específicos para los dos estados, por lo que, en esencia, se trata de unas leyes estatales que afectan a todo Estados Unidos. El usuario puede desactivar la opción si quiere, pero la ley obliga a que el kill-switch debe estar activado por defecto, de forma que los usuarios con menos conocimientos de tecnología también estén protegidos ante un posible robo.
A pesar de llevar sólo unas horas activa, ya ha mostrado sus efectos: el robo de smartphones ha caído un 32%. En el año 2013, 3,1 millones de americanos vieron como sus teléfonos eran robados, mientras que en 2014 la cifra bajó a los 2,1 millones, presumiblemente por el miedo de los ladrones a arriesgarse para robar algo que en cuestión de horas podía ser un simple ladrillo sin más utilidad. Es cierto que es pronto para sacar verdaderas conclusiones, y que este descenso podría deberse a muchos otros factores, pero sin duda es un dato a tener en cuenta y que los legisladores del resto del mundo deberían empezar a plantearse seriamente.
El robo también forma parte del modelo de negocio de operadoras y fabricantes
Por otro lado, es posible que con el tiempo los ladrones encuentren una forma de desactivar el kill-switch o a reactivar el terminal, pero cuantas más dificultades se ponga a los ladrones, mejor. Además, una buena parte de los terminales sustraídos acaban desmontados y vendidos por piezas, por lo que es posible que el kill-switch no logre frenar todo el interés por los dispositivos ajenos.
Los fabricantes y las operadoras se opusieron a estas leyes, ya que el robo forma parte de su modelo de negocio: cuando un terminal es robado, normalmente implica que la víctima acaba comprándose un nuevo terminal, a veces pagando el precio completo o firmando un nuevo contrato con su consecuente permanencia, de forma que de cada robo no sólo se beneficia el mangante.
De lo que no cabe duda es que en los últimos años la seguridad de los terminales ha mejorado de manera espectacular. Desde contraseñas hasta identificadores biométricos o borrados a distancia, los cacos cada día lo tienen más complicado para aprovechar nuestros teléfonos, y esperemos que cada vez tengan más obstáculos que saltar, aunque no le interese a todo el mundo.