Si hubiera que hacer una lista de aplicaciones que lo están petando en este momento, Tinder seguramente sería una de las primeras que nos vendría a la cabeza. La aplicación del swipe, del este/a me gusta, este/a no me gusta, y que en estos días se ha visto en el ojo del huracán después de la publicación de un artículo en Vanity Fair en el que se decía que la gente usa Tinder para fo… sexo casual -¡Pero qué me estás contando Vanity Fair!-.

Si hay un astronauta que no conoce Tinder -o alguien emparejado que no necesita de estas cosas y tal-, se trata de una aplicación que permite hacer contactos. Te va mostrando perfiles de gente, fotos, básicamente y un pequeño texto, y tú arrastras hacia la izquierda a los que no te gustan y a la derecha los que sí. Cuando hay coincidencia, se puede comenzar a chatear.

Tinder no es la única aplicación de contactos ni es la primera: Badoo, Happn, Plenty of fish, Adopta a un tío… el smartphone se ha convertido en la plataforma ideal para este tipo de aplicaciones, ya que permite geolocalizarte, lo llevas todo el día encima con lo que no tienes que esperar a la noche para responder los mensajes y subir fotos al momento es sencillísimo. Pero Tinder sí que ha logrado algo que otras aplicaciones similares no, y eso es llegar al gran público y en un rato haciendo swipe es fácil que te aparezca gente conocida, algunos que jamás hubieras pensado que usarían este tipo de servicios.

Que no, que Tinder también es para casarse

La aplicación está claramente dirigida, al menos en un primer momento, a que te fijes en el atractivo físico de los demás usuarios, es muy visual, y no muestra muchos más datos más allá del nombre, edad y distancia a la que se encuentra. Algo que, en principio, parece más indicado para acabar arrugando las sábanas que frente un altar, y eso no es necesariamente malo, al fin y al cabo, la primera impresión siempre es a través de los ojos y el interés por retozar un rato sin mayores ataduras (excepto a quien le vaya el bondage, claro) ha existido siempre y en ambos géneros, aunque los hombres siempre hayamos estado más dispuestos a ello.

Sin embargo el artículo de Vanity Fair parece que no sentó muy bien a la compañía, que entró en una especie de estado berseker en el que defendía a capa, espada y misilazo limpio  que no, que en Tinder la gente buscaba «relaciones significativas», sea lo que sea que signifique eso.

 

Incluso, en un arrebato de fina ironía casi británica, el Community Manager se dirigió directamente a la publicación asegurando que el sexo casual se inventó en 2012, año en el que Tinder fue lanzada.

Además, se dirigió a la autora del artículo para darle lecciones de periodismo, recriminándole que no se pusiera en contacto con ellos para tener su versión -cosa que tal vez tampoco hubiera estado de más-.

Libertad sexual allí donde no hay libertad

Además, Tinder se erigió como adalid de la libertad sexual, al recordar que gracias a la aplicación, en países como China o Corea del Norte, donde Facebook está prohibido, se puede conocer gente nueva, y recordó el artículo de una periodista sobre cómo Tinder permitía encontrar pareja donde ser homosexual está prohibido -una función espléndida, por otro lado-.

Además, parece que tampoco sentó muy bien la publicación de un estudio que aseguraba que el 30% de los usuarios de la red están casados, asegurando que el dato real era del 1,7%.

Es difícil saber hasta qué punto en Tinder quieren proyectar esa imagen o si realmente se creen su propio rollo, pero lo cierto es que la experiencia de la mayoría de usuarios lo utilizan para rollos puntuales. No se puede generalizar, tampoco, una amiga que conoció a su novio a través de esta aplicación y hace unas semanas una chica me explicaba que un match de Tinder le había dicho que él buscaba una relación seria, y que cuando ella le contestó que, en principio, no era lo que ella buscaba, él la eliminó a quemarropa.

En Tinder se puede encontrar de todo, desde amistad hasta contactos laborales -sí, lo digo totalmente en serio-, pero lo cierto es que la mayoría de citas acaban con una despedida o en la cama, y pocas veces salen de ahí algo que deja bastante claro que busca la mayoría de la gente.

Tinder y lo que surja

Habrá excepciones, pero la mayoría de hombres llega a Tinder guiados por su brújula fálica, otra cosa es que sepan disimularlo (muchos ni se molestan, por lo que me han contado). Y las mujeres tampoco es algo tremendamente distinto. y aunque en muchos casos entren en Tinder buscando «conocer gente y, bueno, ya veremos que pasa» al final tampoco le hacen ascos a un rato de desenfreno sin complicaciones.

Y eso se hace especialmente patente en una ciudad turística como Barcelona, donde es habitual encontrar guiris buscando alguien que les enseñe la ciudad, y cuando digo «que les enseñe la ciudad» ya sabéis a qué queremos decir. Hace unos días topé con un perfil que rezaba «en Barcelona una noche y sola en la habitación del hotel». No hace falta decir nada más.

Tinder no haría mal de aceptar lo que es, que no es malo en absoluto. Vanity Fair probablemente exagerara al calificar la aplicación como «el amanecer del apocalipsis de las citas», ya que al fin y al cabo el impulso por la reproducción está ahí desde el inicio de la evolución, la única diferencia es que antes estábamos limitados a gente que conocíamos en nuestros círculos sociales y ahora tenemos toda la ciudad, comarca o planeta al alcance de nuestro bolsillo. Si es que tienes matches, claro, eso es otra historia.

Vía Vanity Fair | Wired