Al inicio de la eclosión de internet eran muchos los servicios gratuitos. Empresas que creaban productos y los monetizaban con publicidad. Más tarde vinieron los servicios de pago y en la era de las redes sociales hemos visto cómo los datos de los usuarios son en sí mismo una moneda de cambio para muchas empresas. Compañías como Facebook se han enfrentado a multas enormes por cómo han tratado esos datos, aunque no por el hecho de haberlos recopilado. Incluso en España hay movimientos que protegen los datos de los usuarios en WhatsApp.
En la nueva era de Internet, la de la inteligencia artificial, los datos tienen incluso más valor que antes, ya que además de poder ser vendidos a empresas interesadas en vender cosas a los usuarios de las compañías que los recopilan, también sirven para entrenar estos nuevos algoritmos que surgen casi cada día. Esta nueva realidad ha hecho que compañías de sectores que hasta ahora no se habían interesado masivamente por los datos de sus usuarios hayan decidido que ha llegado el momento.
La industria del automóvil es una de las que más está cambiando, sobre todo con el paso del coche tradicional al coche eléctrico pero, sobre todo, al coche conectado. El saber en todo momento dónde está nuestro coche es una gran ventaja, además de poder controlarlo desde el móvil, pero también implica que muchos de los datos que se generan cuando conducimos acaban en los ordenadores de las empresas que los han fabricado.
De móviles a coches
En los últimos años la privacidad en Internet, sobre todo desde la explosión de los smartphones, ha sido algo que cada vez ha causado mayor preocupación. Apple incluso ha convertido esto en un elemento diferencial de sus productos, posicionando al iPhone como el teléfono más privado, algo que vemos incluso en sus anuncios de televisión.
En el sector de los coches ahora se están empezando a realizar las mismas prácticas que en el de las telecomunicaciones hace una década, guardando al detalle múltiples datos de los usuarios, desde su forma de conducir hasta la manera en la que se comporta y los trayectos que se hacen cada día. Esto es fácilmente transmitible a los servidores de las empresas porque la mayoría de los autos modernos cuentan con una tarjeta SIM integrada para llamadas de emergencia y otras funciones, que puede ser usada también por la empresa para recopilar otros datos.
Algunos de los datos son comprensibles, como el tipo de matrícula, el VIN o el posicionamiento GPS, si es que hemos accedido a compartir esa información para que sea viable que el sistema de ayuda cuando tenemos un accidente funcione. Sin embargo, otros datos son mucho más personales, como la aceleración y la velocidad, la forma de conducir y frena, etc.
Cómo se usan los datos
Toda esta información permite a los fabricantes mejorar de forma notable sus próximos servicios. El caso más conocido es el de Tesla, que tienen en fase beta su software FSD, que permite que algunos de sus coches conduzcan solos en algunas regiones de Estados Unidos. Lo que también se sabe es que toda la información de los sensores y cámaras que se recopila acaba en los servidores de Tesla, donde se usa para reentrenar a su sistema de conducción autónoma para que sea mejor en el futuro.
Pero hay ejemplos más sencillos. El sistema de cambio involuntario de carril de un vehículo es capaz de saber cada cuánto tiempo hacemos presión en el volante, para recordarnos que no lo soltemos aunque el coche vaya solo. Este tipo de información es valiosa no sólo para los fabricantes, sino también para los organismos gubernamentales a la hora de redactar nuevas normativas.
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También se pueden usar los datos del coche para saber qué tipo de características deberán tener los futuros coches de la compañía, si es mejor apostar por un tipo de vehículo u otro, si es mejor potenciar la aceleración o la autonomía o si los hábitos de recarga en el caso de los coches eléctricos son de una u otra forma.
¿Venta de datos?
Estos datos quedan en posesión de los fabricantes de coches, que pueden usarlos para crear nuevos modelos, analizar las preferencias reales de sus conductores y crear mejores productos, pero también pueden venderlos. En ciertos sectores económicos la venta de datos es en sí mismo el elemento central de las ventas de algunas empresas y, aunque eso aún no ha llegado al sector de la automoción, eso podría cambiar en un futuro.
El ejemplo más sencillo y obvio es el de las aseguradoras. Ya hay compañías que te premian si instalas una aplicación en el móvil que monitoriza tu forma de conducir, la velocidad máxima, la aceleración, los cambios de dirección, etc. Estas aseguradoras confían en que esos datos minimicen las posibilidades de accidentes de sus clientes y, a cambio, puedan ofrecer mejores pólizas.
En el caso de las empresas de automoción, pueden ofrecer todos esos datos a las aseguradoras de forma masiva, al controlar millones de vehículos. Incluso hay modelos de coches que para el cambio de perfil de conducción usan un escaneo facial del conductor, como algunos de Toyota, quedando almacenada también esa información. Otras marcas, como Tesla, usan el teléfono móvil para identificar a los diferentes conductores de un vehículo.
En los próximos años veremos un aumento de la recolección de estos datos, una mayor preocupación por parte de los ciudadanos con lo que se hacen con ellos y una mayor vigilancia por parte de las autoridades. Todo lo vivido en Internet primero y con los móviles después llagará, más pronto que tarde, a los coches.