En 2023 es normal usar una aplicación para casi todo. Los smartphones se han convertido en algo que nos permite realizar multitud de gestiones, desde consultar las multas de tráfico hasta sacarse el certificado digital, además de pedir comida a domicilio o enviar mensajes. Y todo se hace desde aplicaciones.

No todos los ciudadanos tienen el mismo desempeño en el uso de estos programas, pero aplicaciones como WhatsApp han hecho que incluso los mayores, menos avezados normalmente con la tecnología, usen a diario este tipo de software. Por eso, cuando en el salto a la electrificación de los coches se empezó a ver que la recarga pública de los mismos se haría a partir del uso de aplicaciones, no se vio ningún problema. A priori.

La realidad es mucho más negativa, con decenas de aplicaciones diferentes que tienen que convivir dentro de tu móvil y una experiencia de uso que a veces implica el pago de suscripciones y que no permite saber, a priori, si un cargador funciona o no. Esto se suma a los impedimentos que muchas personas ven en el salto al coche eléctrico, como el aumento de precio, la menor autonomía con el coche cargado... Todo esto hace que la adopción del vehículo eléctrico en España esté por debajo de la de países de tamaño similar, como Francia o Italia, pero también por debajo de otros más pequeños, como Países Bajos, Bélgica o Austria.

Decenas de aplicaciones

El primer problema que se aprecia es el referido al número de aplicaciones que hay que tener en el móvil. Cada empresa con cargadores públicos tiene una app diferente, y es casi siempre obligatorio su uso para poder cargar el coche. Pocas ofrecen un pago con tarjeta como el de las gasolineras con autoservicio, aunque en europa están empezando a estudiar algunas medidas en este sentido, y acabarán llegando a España si se aprueban.

Esto hace que se tenga que saber usar no una aplicación, como pasa con WhatsApp y la mensajería o Gmail y el correo electrónico, sino muchas. Incluso decenas si viajamos por todo el país. Cada aplicación tiene una interfaz diferente, con unos incentivos distintos, y eso no ayuda.

Aplicaciones de recarga de coches eléctricos

También es obligatorio poner nuestros datos personales y bancarios en todas las aplicaciones, con el aumento de la inseguridad y de los problemas que puede suponer. No es sólo porque haya ataques a nuestro teléfono, sino por el inconveniente de gestionar las tarjetas en todas esas apps, rezar para que no falle el pago con ninguna, etc.

Las suscripciones

Con tantas opciones disponibles las empresas buscan fidelizar a sus usuarios, por lo que recurren a estrategias como las suscripciones mensuales, que permiten tener un pago por recarga más bajo, a costa de pagar cierta cantidad todos los meses. Esto desincentiva usar los cargadores de la competencia. Compañías como Ionity, Tesla o Endesa ofrecen estas suscripciones.

Dacia Spring cargando en estación de Endesa.

Normalmente, dichas suscripciones no son obligatorias, pero las firmas juegan con la realidad. Y esta es que mucha gente activa las mismas y luego no recuerda darlas de baja cuando no se vayan a usar, por lo que es literalmente dinero gratis para las compañías.

El problema es que esto es algo que puede pasar con muchas aplicaciones a la vez, porque no hay solo una o dos empresas que lo hagan. Obviamente, cualquiera puede defender que es culpa de los usuarios no dar de baja esas suscripciones, como lo sería no dar de baja el cobro de una aplicación de streaming de vídeo un mes si no se va a usar, pero la realidad es que poca gente se acaba acordando.

La incertidumbre

Otro problema de estas aplicaciones es que, aunque en teoría indican si un puesto de carga está operativo, la realidad es que no siempre funciona. No es raro ir a una electrolinera y ver que uno de los dos puestos que hay no funciona o que, aunque en teoría esté activo, no logre cargar el coche.

Esto hace que la ansiedad de la autonomía, el efecto que se tiene al conducir un coche eléctrico y que se produce por no saber si se podrá cargar, sea mucho mayor, ya que por el momento los planes de España para colocar muchos puestos de recarga no se están cumpliendo. Ni de lejos.

El ejemplo de Portugal

Se podría pensar que crear un sistema de uso de una única aplicación para todas las redes de recarga no es algo viable. Quizás se podría pensar que es algo extraordinariamente caro, o que sólo los países con una alta tasa de penetración de coches eléctricos como Noruega lo pueden tener. Pero sería un error.

Portugal ha demostrado que el paso de la conducción atmosférica a la conducción eléctrica implica un compromiso por parte del gobierno, y eso también afecta a las aplicaciones. El país vecino dispone de una app llamada Miio que permite la recarga de cualquier coche eléctrico en más de 60.000 cargadores distribuidos por todo el país.

Miio

Esta aplicación también se puede utilizar en España y en Francia, pero su uso no alcanza a la penetración que se tiene en Portugal, por lo que al final se requiere el uso de otras aplicaciones. Por ejemplo, las redes de Endesa e Iberdrola, dos de las más grandes del sur de España, no están dentro de la aplicación.

Habrá que esperar a ver si tanto el gobierno central como el europeo deciden dar prioridad a este tema para solventar un problema que irá a más a medida que más persoans se pasen a la movilidad eléctrica. Por el momento la Unión Europea trabaja en un proyecto de rutas electrificadas que permitiría los viajes con coches eléctricos de forma cómoda, pero aún no hay planes confirmados.

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