El partido del miércoles ante el Leganés dejó dos claros señalados. Por un lado, el gran Marco Asensio, que trabajando en silencio, sin quejas, sin declaraciones fuera de tono y con humildad, asumió la titularidad con galones y con mucho fútbol. Por el otro, James Rodríguez quien, a pesar de participar en los goles merengues, estuvo falto de ideas a lo largo de todo el encuentro. Cuando le llegó el turno de irse al banquillo, hizo notar su enfado con Zidane, algo que después volvió a mostrar en zona mixta.
Zidane, que es poco amigo de los berrinches, dejó pasar la rabieta y no quiso hablar de ella. Sin embargo, estas son las cosas del colombiano que hacen inclinar la balanza a favor de un Asensio que demostró cómo debe actuar un suplente del Real Madrid. Él mismo sabe cuál es su función y la cumple y, además, tras el partizado que se marcó en Butarque, mostró humildad y pasó de ir de estrella. A sus 21 años, sabe que le queda mucho por vivir de blanco, pero lo que le toca ahora es aprender de los compañeros que tiene e ir haciéndose hueco, un camino que ha ido empezando en todas las oportunidades que ha aprovechado y que volvió a confirmar ante el Leganés.
En el derbi no tendrá minutos, o eso es lo predecible, sin embargo, ya dijo que está preparado siempre que Zidane lo necesite. Conoce la confianza del técnico y no le reprocha la falta de minutos. Esos jugadores que trabajan en silencio y confían en sus posibilidades son los que al final triunfan. Algo para lo que Asensio cuenta además con una calidad y un fútbol escalofriante.
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