Con el fuego existen dos opciones: apagarlo o avivarlo y acelerar la combustión. Luis Rubiales es de los segundos. A pesar de presentarse como el pacificador del fútbol español, el nuevo presidente de la Federación careció de mano izquierda en su primera polémica. Menos de un mes en el cargo han servido al máximo mandatario para cargarse la Selección, que llegaba invicta al Mundial, y minar las aspiraciones de conseguir una segunda estrella.
Dejando atrás las contradicciones existentes en la versión federativa sobre cómo y cuándo se enteró del fichaje de Lopetegui por el Real Madrid, Rubiales tenía la oportunidad de normalizar la situación cuando aterrizara en Krasnodar. Sin embargo, decidió inmolar a la Selección con tal de ceder a presiones mediáticas para no perder el favor de aquellos durante su mandato. La mañana más surrealista de los Mundiales llevará, inevitablemente, la firma de un presidente que había ilusionado por traer aire fresco a una de las instituciones más opacas del país.
La gestión de la crisis por parte de Rubiales ha sido nefasta. No ha medido las consecuencias de una decisión personal repleta de ego y orgullo. Con la opinión de los jugadores y de la afición en contra, el presidente dinamitó la convivencia en la concentración española. Miljanic, Kubala, Santini, Scolari, Hiddink, Aragonés, Van Gaal, Conte... son los otros 'Lopeteguis' que se mantuvieron en su puesto a pesar de firmar con un club antes o durante la celebración de un gran torneo. Da igual ya, porque el técnico vasco se quedó sin poder disfrutar de un momento único en la vida a pesar de su excepcional trabajo durante los dos últimos años.
El marrón ahora es para Hierro. Si fracasa la Selección será señalado, si triunfa se hablará de autogestión. Pase lo que pase, Rubiales saldrá indemne por el traje ignífugo que encontró dentro de la propia Federación. Su debut ha sido de verdadera estrella del rock and roll. En 28 días ha tenido tiempo para renovar a un seleccionador, despedirlo y poner al director técnico en el banquillo. Ni Jesús Gil en sus mejores tiempos fue capaz de lograr esa marca que ya está registrada como un nuevo récord del mundo.
Y a pesar de la mala pata de Rubiales, en cuanto empiece a rodar el balón todo se intentará olvidar por el bien de España en el Mundial. Si con Villar se ganó el primero, todo es posible en Rusia. Al final, la fe es lo último que se pierde aunque el presidente de la Federación decidiera montar una guerra civil que ni Clemente en sus buenos tiempos.
Qué diferente sería este inicio de Mundial si Rubiales hubiera comparecido junto a Lopetegui y hubiera dado al fichaje la normalidad que todo el mundo esperaba. Con que hubiera mantenido el mismo discurso que los jugadores, este partido de Portugal se afrontaría de una forma muy distinta. Pero el presidente de la Federación no fue bombero sino pirómano y muy alejado de la pose, la compostura y el temple que exige el cargo para el que fue elegido.
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