En los últimos años el fútbol asiático ha crecido de forma vertiginosa gracias a la desternillante inversión de China en la Superliga. Los clubes del país revolucionaron el panorama mundial, sobre todo europeo, con el fichaje de jugadores de élite para potenciar su campeonato doméstico; incluso llegaron a tentar a superestrellas como Sergio Ramos y Gareth Bale. Sin embargo, ahora todo eso ha llegado a su fin con la intervención del Gobierno en la política de fichajes.
El ejecutivo chino, por medio de la Chinese Football Asociation (CFA), ha instaurado un tope salarial en la Superliga para evitar el dispendio económico que se llevaba dando desde hace varios años. Los jugadores extranjeros que recalen en el país no podrán percibir un salario de más de 3 millones de euros netos por temporada. Una cifra que se reduce hasta los 1,28 millones brutos en el caso de los futbolistas locales.
El Gobierno ha cerrado el grifo con el objetivo de evitar que la burbuja financiera estalle en los próximos años y arrase con todo. "Nuestros clubes han despilfarrado demasiado dinero. Nuestro fútbol profesional no se ha manejado de manera sostenible y si no tomamos las medidas oportunas me temo que colapsará", anunció Chen Xuyuan, presidente de la CFA.
La única nueva medida que sigue beneficiando la política de fichajes que desde hace años se practica en China, es que los clubes podrán tener cinco jugadores extranjeros en su plantilla, uno más que hasta ahora. Sin embargo, la norma seguirá obligando a que solo pueda haber cuatro futbolistas de otros países, al mismo tiempo, sobre el terreno de juego.
A partir de la próxima temporada, cada club podrá gastar un máximo de 141 millones de euros. Los salarios solo podrán suponer el 60% de ese montante total, lo que cierra la puerta a las megatransferencias. Algo que en 2021 empeorará, con restricciones a 116 millones y un porcentaje máximo de sueldos del 55%.
Fichajes de nivel
Este cambio de normativa hace muy difícil que se vuelvan a ver traspasos astronómicos, en materia de salarios, como los de los últimos años. Ejemplo de ello es Carlos Tévez, que en 2016, el año dorado de la Superliga, firmó por el Shanghai Shenhua para cobrar 40 millones de euros netos en concepto de salario.
La operación que protagonizó el argentino ha sido uno de los motivos por los que el Gobierno ha actuado con medidas excepcionales. El fútbol chino se descontroló desde 2015, con pioneros como Ramires y Jackson Martínez. El mediocentro del Chelsea fichó por el Jiangsu Suning por 28 millones de euros y el delantero llegó al Guangzhou Evergrande (55 millones de euros de traspaso y 12,5 de sueldo) procedente del Atlético de Madrid.
Todo llega en un momento en el que el dispendio parecía ir a más después de los movimientos que se intentaron realizar el pasado verano. Y es que jugadores como Sergio Ramos y Gareth Bale coquetearon con el gigante asiático para cambiar Madrid por China.
Esto son palabras mayores, ya que se trata de fichajes estelares en el fútbol. Jugadores que siempre han formado parte de la terna de los mejores jugadores del planeta en la última década y que podían haber cambiado el fútbol de primer nivel por una dinámica de competición muy inferior a la que acostumbran.
Ramos coqueteó con la Superliga
Sergio Ramos se reunió con Florentino Pérez este verano, en presencia de su hermano y agente René, y le transmitió al presidente del Real Madrid que tenía sobre la mesa una oferta irrechazable de la liga china. La petición del capitán fue que el club le dejara salir gratis de Chamartín, pero su marcha no se contemplaba en la hoja de ruta de la entidad.
El central es un jugador fundamental en la dinámica de Zidane y su peso en el club era una razón de envergadura para que el Real Madrid mantuviera la postura de no dejar marchar gratis al jugador.
Finalmente todo se saldó con una rueda de prensa en la que Ramos señaló que todo se arreglo con Florentino, fundiéndose ambos en un abrazo que sello su continuidad en el club.
Bale estuvo cerca de China
El caso de Gareth Bale fue similar, ya que el jugador estaba en venta el pasado verano y, a pesar de ser relacionado con clubes como PSG o Bayern Múnich, no llegaron ofertas por el jugador. La única opción de que saliera del Real Madrid era China. Y es que el galés llegó a un acuerdo con el Jiangsu Suning por medio de su agente Jonathan Barnett.
El ex del Tottenham iba a percibir en la Superliga un salario astronómico de un millón de euros por semana. Unas cifras con las que ningún club de primer nivel podía competir. Sin embargo, todo se frustró antes de que el mercado del gigante asiático echará el cierre pasado 31 de julio.
Del impuesto del lujo a los sub-23
No es la primera vez que el Gobierno implementa medidas de control y sostenibilidad financiera en la Superliga. Existe una peculiaridad que no hace tan sencillos los fichajes: el impuesto de lujo que están obligados a pagar los equipos en cada traspaso. Las entidades deben abonar la misma cantidad que paguen por el jugador a un fondo para el desarrollo del fútbol en China. Es decir, se desembolsa el doble por cada futbolista.
Esta medida tenía como objetivo evitar que los clubes "inflen los precios" de jugadores extranjeros y "busquen éxitos a corto plazo", tal y como informó la CFA en un comunicado.
Desde que entró en vigor este impuesto en 2017 el fichaje de grandes estrellas se ha visto mermado. En el caso del capitán del Real Madrid, este era la explicación de porqué el jugador solicitó la carta de libertad.
La fórmula utilizada con Ramos es habitual en los clubes chinos, ya que intentan abonar cantidades ridículas en materia de traspasos, para destinar el grueso de las operaciones económicas al salario y primas de los propios jugadores. Es así como se ganaron el sí de futbolistas como Tévez.
El Shanghai SIPG fue uno de los máximos protagonistas de los últimos años, acometiendo una operación como la que trajo a China al brasileño Óscar (24 millones de sueldo) en 2016, desembolsando 70,4 millones de euros al Chelsea, o los 55 pagados por Hulk (20 millones de sueldo). Además de otras estrellas como Teixeira (50 millones de euros de traspaso al Jiangsu Suning y 12 de sueldo) y Witsel (20 millones de euros de traspaso al Tianjin Tianhai). Este tipo de traspasos han desaparecido con el impuesto de lujo que existe actualmente.
Por si fuera poco, en 2018 implementaron otra medida para fomentar el fútbol base: los clubes tienen obligación de alinear al mismo número de jugadores sub-23 que futbolistas extranjeros durante los partidos.
Todas estas medidas han sepultado el futuro del fútbol chino y su coqueteó con la élite mundial. A priori parecía que podía convertirse en un mercado de gran interés y con gran potencial de cara a los próximos años, creando una competición doméstica atractiva con estrellas del Viejo Continente. Sin embargo, todo ha tocado a su fin.
La Superliga ya no será un retorno dorado y el foco volverá a Catar o Estados Unidos. El sueño del presidente del país, Xi Jinping, que se marcó como objetivo convertirse en una potencia futbolística para 2050, se ha difuminado.
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