Talavera de la Reina y su emblemático sobrenombre: “Ciudad de la Cerámica”
Hasta el siglo XVI, la cerámica había sido exclusivamente de uso. La alfarería era utilizada en el día a día, pero aún no tenía una característica decorativa que le hiciera brillar.
Será a partir de este siglo cuando la cerámica comience a coger fuerza. La pragmática de 1601, promulgada por El Duque de Lerma, prohibía, entre otras cosas, el uso de vajillas de metales preciosos, debido a la falta de metal para fabricar metales.
DE MODA
Este hecho pondrá de moda las vajillas de Talavera, incluso en la corte de Felipe III. Las mesas de la nobleza y el clero fueron cubriéndose de los tintes artesanos de Talavera.
A ello se suma el monopolio de Talavera y Triana en el comercio con américa, que dio aún más impulso a la artesanía talaverana.
Prueba de ello es que en el siglo XVII, de los 1.500 vecinos que tenía la ciudad, 200 eran alfareros, lo que supone más de un 13% de la población se dedicaba a este sector.
La cerámica se abre paso entre la agricultura y la ganadería, los sectores con más peso en Talavera y su comarca.
BRILLO
Este es el momento en el que la cerámica de Talavera comienza a brillar con esplendor y Talavera pasa a ser denominador de origen de su cerámica.
En el siglo XIX Talavera pierde el privilegio de ser la única, junto a Triana, de poder comerciar con América. La desaparición del comercio con el otro lado del atlántico supondrá un golpe para la cerámica, hasta el resurgir de este arte por la fábrica de Ruíz de Luna en el siglo XX.
Desde el siglo XVII, Talavera ha sabido conservar su nombre de Ciudad de la Cerámica, algo que los siglos han conservado hasta la actualidad.
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