El Hospital Tavera no es sólo una de las grandes obras paradigmáticas del Renacimiento español. Es también el ‘estandarte’ que marca el fin de la Edad Media en Toledo, ciudad patrimonio de la Humanidad que aspira a convertirse en Ciudad Europea de la Cultura en 2031.

El también conocido como Hospital de San Juan Bautista, perteneciente a la Casa Ducal de Medinaceli, es el emblema del primer ensanche de la capital regional. Es, sin duda, el mejor testigo del Toledo que sale de las murallas para respirar, la joya del primer Plan de Ordenación de la Edad Moderna de una ciudad milenaria, que El Greco quiso inmortalizar en su ‘Vista y plano de Toledo’, sin siquiera intuir que, casi cinco siglos después, toledanos y turistas seguirían disfrutando de este inmenso y singular edificio.

En 1541 nacía en Creta Doménikos Theotokópoulos. Ese mismo año, Alonso de Covarrubias, el maestro mayor de la catedral, iniciaba la obra del hospital de Tavera, por encargo del cardenal Juan Pardo Tavera, un prelado que presidió el Consejo de Castilla durante 15 años y se convirtió en uno de los principales consejeros del rey  Carlos V.

Erigido como un monumento a la memoria del áulico cardenal, el edificio, que acoge su panteón funerario, también fue diseñado para una función asistencial. Esta institución hospitalaria supuso una revolución en el ámbito de la sanidad. Ya no se trataba de encerrar a los enfermos en hospitales que asemejaban cárceles como puede ser el antiguo hospital de Santa Cruz del cardenal Mendoza, hoy sede del Museo de Santa Cruz, sino un lugar de cuidado de los enfermos, de grandes ventanales y ubicado en una zona muy bien venteada para ayudar a la curación.

Situado a trescientos metros de la toledana puerta de Bisagra, el hospital de Tavera acoge en la actualidad el museo de la Casa Ducal de Medinaceli, propietaria del edificio, la capilla sepulcral del cardenal Tavera, la botica hospitalaria, el Archivo Medinaceli, el archivo hospitalario, un colegio de la Hijas de la Caridad y el Archivo Histórico de la Nobleza, que reúne los fondos documentales de los grandes linajes españoles.

Inmenso contenedor cultural

Un inmenso contenedor cultural y educativo protegido por miles de metros de cuadrados de cubiertas que, debido al deterioro provocado por el paso del tiempo, están siendo restauradas con fondos propios de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli.

Los trabajos se centran ahora en la zona del hospital. El proyecto, firmado por el estudio de arquitectura PAZ+CAL, abarca 1.682 metros cuadrados de cubierta. Las obras que acaban de iniciarse tienen como fin reparar los tejados de los patios y de las alas oeste y sur del hospital, dañadas severamente por la borrasca Filomena y por las últimas lluvias torrenciales asociadas a las DANA. La intervención también prevé la mejora de la climatización del museo para garantizar una temperatura y humedad constante de las obras de arte que se exponen en sus salas. El presupuesto asciende a 1,41 millones de euros.

Los andamios ya ha sido colocados en los patios para comenzar la intervenciòn en las cubiertas. Javier Longobardo

No es la única intervención que se ha realizado en las cubiertas de Tavera. La primera tuvo lugar en 2013, un año antes de la celebración del año Greco, ya que el inmueble fue uno de los espacios protagonistas de la efeméride que giró en torno a la exposición 'El griego de Toledo' celebrada en 2014. Los trabajos se centraron en la eliminación de las humedades. Se actuó sobre 212 metros cuadrados de cubierta y el presupuesto ascendió a 129.316 euros.

Un año después se procedió a la rehabilitación de la cubierta de la iglesia para eliminar humedades y goteras. Los trabajos, presupuestados en 397.467,99 euros, permitieron recuperar la cubierta original del templo funerario, que fue vestida de teja vidriada negra, ‘alumbrada’ por cuatro pináculos rematados con bolas doradas a modo de cuatro grandes velas.

"Restauración científica"

“Hicimos lo que se conoce como una restauración científica”, asegura el arquitecto José Ramón de la Cal. Fue posible gracias a que el archivo hospitalario aún conserva los libros de fábrica de la obra. En ellos se refleja que el 31 de agosto de 1601 se pagaron 41.480 maravedíes a un vecino de Chinchón llamado Juan Cabello para proveer 39.000 tejas vidriadas en negro para cubrir la cubierta de la capilla mayor del hospital. Algunas de ellas todavía se conservaban en el lugar donde fueron colocadas por lo que las que ahora lucen son reproducciones casi exactas de las originales.

El Cristo Resucitado, que se expone en la sacristía de Tavera, es la única escultura documentada de El Greco. Javier Longobardo

Alonso de Covarrubias, Berruguete, El Greco… Pese al catálogo de artistas que dejaron su impronta, el hospital de Tavera es una joya monumental aún por descubrir. “Es un monumento muy poco conocido y me resulta sorprendente”, asegura Juan Manuel Albendea.

El director general de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli lo achaca al tipo de turismo toledano. “Los turistas que visitan Toledo se centran en el Casco histórico e ignoran todo lo demás. Pareciera que después de la Puerta de Bisagra hubiera un océano Atlántico”, explica. No es la única razón. La otra es de carácter logístico. Muchos de las personas que visitan ahora la capital regional llegan en AVE y suben al barrio histórico por las escaleras mecánicas. Una puerta a la ciudad que ha desplazado a la tradicional de la carretera de Madrid.

Juan Manuel Albendea, director general de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, conversa con el arquitecto José Ramón de la Cal. Javier Longobardo

Parada obligatoria

Pero el hospital de Tavera tiene muchos alicientes para convertirlo en una parada obligatoria. Una de sus espacios imprescindibles es la sacristía, proyectada por Nicolás de Vergara el Mozo. En ella se exhibe la obra pictórica y escultórica de El Greco que la Casa de Medinaceli conserva. Es el caso de ‘Las Lágrimas de San Pedro’, ‘El retrato del cardenal Tavera’, ‘La Sagrada Familia’, ‘San Francisco de Asís’ o el tabernáculo realizado por el cretense para albergar la figura de un Cristo resucitado desprovisto de su paño de pureza. Se trata de su única escultura documentada.

Sepulcro del cardenal Tavera, obra de Alonso de Berruguete. Javier Longobardo

La iglesia, presidida por el sepulcro del cardenal Tavera labrado en mármol de Carrara, obra de Alonso de Berruguete, también acoge ‘El bautismo de Cristo’, uno de los últimos trabajos de El Greco, situado en uno de los tres retablos de la capilla mayor del hospital.

Botica hospitalaria intacta

Además, Tavera mantiene intacta la botica hospitalaria, que conserva su ubicación original. Entrar en la estancia, tal y como la diseñó Alonso de Covarrubias, supone retrotraerse casi cinco siglos. Ya en su interior es fácil imaginarse que el boticario acaba de marcharse ya que aún conserva intactos utensilios como el botamen de vidrio y de cerámica de Talavera y Puente del Arzobispo, morteros, matraces, espátulas, alambiques, pesas, medidas y un armario, conocido como el ojo del boticario. La pieza del siglo XVIII contiene una rica cajonera policromada, decorada con el escudo del cardenal Tavera. En sus ochenta cajones, el boticario guardaba las plantas, minerales y drogas más difíciles de conseguir o más peligrosas.

La botica conserva intacto su botamen de vidrio y de cerámica de Talavera y de Puente del Arzobispo. Javier Longobardo

Tavera es la gran memoria de la historia. Además del Archivo de la Nobleza, también alberga el archivo de la Casa de Medinaceli compuesto por un fondo que supera, haciendo un cálculo conservador, los dos millones de documentos. Un escrito de Carlos el Calvo, nieto de Carlomagno, datado en el 855, es el más antiguo.

Una ingente cantidad de papel que conlleva una ímproba tarea de conservación de la que se encarga María Dolores Díaz de Miranda, una monja benedictina cuyo trabajo se centra ahora en la restauración de los legajos que componen el archivo Ampurias. Su día a día discurre entre máquinas que le permiten limpiar documentos de hongos y otro tipo de suciedad e impurezas, hidratar pergaminos e incluso reintegrar el papel perdido. Pura ‘magia’ al servicio de la documentación histórica.

María Dolores Díaz de Miranda está a cargo del taller de restauración de documentos que la Fundacioón Casa Ducal de Medinaceli tiene en Tavera. Javier Longobardo

Por último, el archivo del hospital custodia la documentación relativa al funcionamiento de esta institución hospitalaria. Sus libros encierran miles de historias clínicas, como la de Alonso de Berruguete. Gracias a ellos, por ejemplo, podemos conocer los últimos medicamentos que le dispensaron antes de su muerte. El archivo también guarda los libros de cuentas del hospital y de salarios en los que poder bucear para conocer algo más de la microhistoria de Toledo.

El museo de Tavera expone buena parte de la parte de la primitiva colección de pinturas, mobiliario y artes decorativas de la Casa Medinaceli. Javier Longobardo

Por si esto fuera poco, un ala de las antiguas enfermerías acoge hoy un museo en el que se expone gran parte de la primitiva colección de pinturas, mobiliario y artes decorativas de la Casa Medinaceli. Un conjunto que comenzó a dividirse a principios del siglo pasado, circunstancia que la Fundación quiere revertir. En sus salas podemos encontrar dos de los ocho tapices de ‘Las bodas de mercurio’ elaborados en el siglo XVI en los telares del tapicero flamenco Willem de Pannemaker. Además, alberga obras de Luca Giordano, Zurbarán, Carreño de Miranda, Pantoja de la Cruz o Sánchez Coello.

Tavera fue la gran atalaya desde la que El Greco inmortalizó el Toledo del siglo XVI. Cuatro siglos después, la vista es otra, pero Tavera sigue conservando su esencia y reclama una mirada más atenta.