El pasado lunes, 28 de junio, el señor Martínez Chana inauguró el Centro de Oficios Artesanos en el espacio que la Diputación de Cuenca ha cedido a la Asociación Provincial de Talleres Artesanos Conquenses para que puedan desarrollar talleres y venta de productos.
Dicho espacio es la Casa del Curato anexa a la iglesia de San Pedro. Este acto, con toda probabilidad, será de sobra conocido por todos, ya que la consabida foto ha sido publicada en todos los medios. Lo que quizá no sea tan conocido para la mayoría, es que este acto es fruto, una vez más, de la falta de amplitud de miras, de la falta de respeto hacia proyectos iniciados y aprobados por la anterior corporación… En definitiva, la cultura y el patrimonio quedan de nuevo secuestrados al servicio de los intereses del partido.
Que los artesanos conquenses tengan un espacio en donde realizar sus talleres, exponer sus trabajos y realizar actividades culturares y docentes, es algo absoluta e indiscutiblemente bueno para Cuenca. Los artesanos conquenses están al más alto nivel nacional e internacional, y son unos excelentes embajadores de nuestra ciudad y provincia. Por eso, este proyecto, desde que abandonaron la iglesia de Santa Cruz, era necesario. ¿Pero esto justifica que sea a costa de otro recurso para Cuenca?
En el pleno del 30 de enero de 2019 de la Diputación, y tras consultar su acta, se aprueba la moción del Grupo Popular, con la que se acuerda iniciar el expediente para la creación y puesta en marcha del INSTITUTO DE DOCUMENTACIÓN SOBRE LA PRESERVACIÓN DEL PATRIMONIO HISTÓRICO Y CULTURAL. La sede de este Instituto sería la Casa Curato de San Pedro, propiedad de la Diputación.
A nivel nacional sería el primer instituto de estas características, abalado y apoyado por la Asociación Nacional de Historiadores de Arte, situando a Cuenca como referente en el ámbito de la conservación y de la apuesta por el patrimonio tanto artístico como histórico, apuesta que supone un impulso seguro y contundente de la economía de nuestra región. Este instituto trabajaría conjuntamente con el Ayuntamiento de Cuenca, el Consorcio Ciudad de Cuenca, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Comité Español de Historia del Arte.
Las funciones y servicios de este Instituto serían fundamentalmente las de preservar el mayor fondo documental y gráfico posible, con el fin de dar apoyo y ponerlo a disposición de profesionales y estudiantes, impulsar el estudio de la recuperación y conservación del patrimonio en todas sus áreas, así como asesorar y realizar informes a todos aquellos que lo solicitasen en temas de conservación de patrimonio. Sin olvidar todas las actividades de índole cultural que se generarían como resultado.
Como ya ocurrió con otros proyectos propuestos y aprobados en la anterior legislatura presidida por Benjamín Prieto, como es el caso de Serranía en Vía, éste también fue anulado y abandonado por el nuevo gobierno provincial, presidido por Martínez Chana. Teniendo en cuenta los últimos acontecimientos ocurridos en nuestra ciudad, como son el derrumbe del muro de Canónigos y la lamentable inclusión de la iglesia de la Virgen de la Luz en lista roja de Hispania Nostra, se hace más evidente la idoneidad de contar con un recurso como este Instituto, que catalice todos los problemas e inquietudes, con el fin de alcanzar un consenso a la hora de abordarlos.
Un gobierno con amplitud de miras, con generosidad y verdadero sentido de gobernabilidad hacia el pueblo del que es servidor, hubiera mantenido este proyecto del Instituto de Documentación sobre la Preservación del Patrimonio Histórico y Cultural, y hubiera sacado igualmente adelante el Centro de Oficios Artesanos, porque ambos son importantes y necesarios para Cuenca, y ambos son perfectamente compatibles, y ambos suman para Cuenca. Pero la realidad es que los intereses de partido priman. La cultura y el Patrimonio no deberían tener color partidista ni ser moneda de cambio. Una vez más Cuenca se queda huérfana de apuestas que la catalicen y vertebren su desarrollo. ¡QUÉ PENA!