Catecismo y realidad
Parece que Boris Johnson se ha percatado, un poco tarde y de forma traumática, que el catecismo neoliberal de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, es, como todo catecismo, irracional y sectario.
Los principios irracionales (y antisociales) que intenta imponer dicho dogma se pueden mantener un tiempo, pero luego la realidad, que en este y otros casos no es sustituible por la fantasía, pasa factura, bien en forma de estafa financiera global y gran recesión, como ocurrió en 2008, bien en forma de desastres naturales asociados a un cambio climático, bien en forma de pandemia a la que no se puede hacer frente con los medios precarios, recortados, o inexistentes que el neoliberalismo promueve y predica, enemigo como es de todo lo público.
La pandemia ha sido el golpe definitivo a un extremismo llamado “neoliberal” cuyo recorrido no debería haber sido tan largo. Si lo ha sido es por la colaboración de las fuerzas que, llamándose “progresistas”, camuflaron su acción real (bastante escorada a la derecha en el plano económico) con aquello de la “tercera vía”.
Parece que el mandatario inglés es ahora realista y pragmático, muy en su tradición inglesa (el mismo sufrió los efectos del coronavirus en sus propias carnes) y ha decidido vulnerar e incumplir decididamente uno de los mandamientos fundamentales de aquel catecismo feroz: que los ricos no pagan impuestos.
Este principio dogmático lo expresó muy bien (y así quedó para la Historia) una delincuente económica, Leona Helmsley, que dijo aquello de: “Los ricos no pagamos impuestos. Solo los pagan los pobres”.
Esta frase de doña Leona, junto a la de Ronald Reagan: “Vamos a liberar a la bestia”, marcan el inicio de esa era irracional y neoliberada cuyas consecuencias nocivas y mortales aún no hemos agotado del todo.
Así, y como 2 + 2 siguen siendo 4, por mucho dogma fanático que quiera contradecirlo, y a pesar de la oposición de los extremistas de su partido, Boris ha decidido que ese 14% de ciudadanos muy ricos de su país va a colaborar de verdad a partir de ahora con sus impuestos a que la sanidad pública inglesa recupere el prestigio y la fuerza perdida por las malas artes del neoliberalismo.