Desayunando frente al azul índigo del mar Arábigo, también golfo Pérsico, en el sultanato de Omán, no puedo desengancharme de los acontecimientos de España. Por su gravedad y su deriva. El más significativo, por los mensajes implícitos, proviene de la maniobra del presidente de la Comunidad de Valencia, Sr. Mazón, de incluir en su Gobierno a un militar para la reconstrucción de los desastres de la última Dana, al margen de la política, como el mismo nominado declaró. Un salto circense del Sr. Mazón para salvar su cabeza a costa de la política democrática. La política sería la causante de las desgracias que han ocurrido y ocurran por las diferencias de criterios que en ella se dan. Así que para la reconstrucción se prescinde de la política y se le encomienda el trabajo a un militar de alta graduación. La eficacia y la eficiencia se situarían de parte de la no política, mientras el caos y el descontrol que causan muertes y desastres se situarían en el lado de la política democrática. "Hay que quitar el debate de la reconstrucción del ámbito político", ha dicho literalmente el militar nominado.

En Valencia el PP desempolva del olvido de la Historia la aciaga figura del "cirujano de hierro" que trajo primero la dictadura de Primo de Rivera, para salvar al rey, y continúo después con la dictadura de Franco para no salvar a nadie. No es de extrañar que un diputado de Vox, precisamente de Toledo, haya expresado en el Congreso de los Diputados que la dictadura de Franco no fue el proceso oscuro que cuenta este Gobierno, sino un proyecto de reconstrucción de la nación desastrada. Franco aconsejaba a los españoles, en un acto supremo de cinismo que, como él, no se metieran en política. Los antecedentes históricos no pueden ser más inquietantes, visto desde la democracia, como para no sospechar de la fórmula de un nacionalismo militar mirífico que salve a un presidente de derechas, desprestigiado por su gestión. Por cierto, si esto no es político que baje Dios y lo vea. Eso sí, la reconstrucción que se promete, como toda obra ingente al menos en las declaraciones, deberá ser remunerada con salarios más altos que los asumidos por la política democrática. Mientras unos sufren, otros ganan más. Desfachatez.

El Sr. Mazón -suponemos que con la aquiescencia del Sr. Feijóo- ha dado un paso más en la dirección de proclamar, aunque no se diga, las ventajas de las autocracias en detrimento de las políticas democráticas. Populismo es que las autocracias y las dictaduras se presenten como más eficaces y eficientes que las discusiones políticas enmarañadas. Y escandaloso es que la opinión publicada acepte como normal el discurso negacionista de la política, alentado por el Sr. Mazón. Los riesgos son evidentes, aunque nadie quiera percibirlos, y los mensajes subliminares subyacentes lanzados a la ciudadanía igualmente lo son. En ese contexto ideológico se desenvuelve ya el PP, cada día más escorado hacia la ultraderecha, cuando cuestiona los gobiernos actuales de minorías y reclaman mayorías absolutas para poder implementar las nuevas directrices de un neoliberalismo al que ya no le resultan útiles las democracias.

Sabemos cómo empiezan las cosas, no sabemos cómo se desarrollarán o como terminarán. Ignoramos cómo será la reconstrucción que los responsables pretenden iniciar. Se desconocen los mecanismos, los protocolos, los controles que tanto dinero anunciado deben tener. No pueden existir territorios de impunidad bajo la excusa de no dar entrada a la política. Tendrá que haber luz, taquígrafos y conocimiento público de cuanto se vaya a realizar. La reconstrucción, cualquier reconstrucción, o se hace con planteamientos amplios, democráticos, consensuados y trasparentes -elementos esenciales de la política democrática- o el resultado será una chapuza.